Quizá si en los primeros momentos que se manifestó la actual crisis hubiera habido mayor serenidad, se habría logrado que la confianza renaciera en los ánimos y que se restableciera la normalidad económica sin que hubiese sido preciso recurrir a una moneda fiduciaria para devolver la vida al movimiento financiero del país, violentamente paralizado, pero ya eso no parece posible y, dentro de la situación que se ha creado, solo quedaba reducir al mínimo los riesgos de una solución como la que las circunstancias actuales imponen.