Es un típico modismo adverbial familiar, de obvio origen bélico, que ha perdido totalmente este matiz; se puede aplicar como equivalente de magnífico, excelente. Véase este ejemplo en la pluma del peruano Jaime Bayly, en su novela Los últimos días de La Prensa: “–¿Qué le parece mi carrito? –dijo Zamorano, golpeando un par de veces el timón. Parecía orgulloso de ese VW maltrecho. / –Lindo está –dijo Diego–. Como cañón” (Barcelona 1996, p. 297).