La devaluación del discurso, por Arturo Maldonado
La devaluación del discurso, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

El viernes pasado, el presidente ofreció un discurso rodeado por su equipo ministerial. Fue una alocución parecida a las de 28 de julio, en que el mandatario revisa algunos logros de su gobierno, pero esta fue corta y sin un Congreso en frente. Además, no quedó claro cuál fue el objetivo final. 

Quizá muchos no se enteraron de que el presidente habló. Probablemente, quienes se enteraron quedaron insatisfechos, pues se esperaba un pronunciamiento directo respecto al

En general, los discursos de Humala han sido deslucidos. Sin habilidad para la retórica, confía (o le han hecho creer) en el impacto positivo del mensaje directo y la exposición de logros y cifras para tratar de convencer al público. Sin embargo, alocución tras alocución, este truco se agota y solo queda el gris del vacío de ideas políticas.

En todas partes, los mandatarios salen cada vez más seguido a los medios a exponer sus posiciones respecto a temas trascendentes, pero los discursos presidenciales son herramientas que tienen que ser empleadas con cuidado, si no se convierten en moneda corriente sujeta a devaluación.

En primer lugar, un discurso presidencial puede ser usado como un instrumento para buscar el apoyo ciudadano a una determinada propuesta que se encuentra entrampada o es controversial. El objetivo es convencer a las mentes y a los corazones de los interlocutores y así ganar apoyo ciudadano que luego sea una palanca para negociar. El último mensaje de Humala, esquivando el tema más importante en la agenda, no aprovechó la oportunidad para convencer a la audiencia de la posición del Ejecutivo en este tema. Por lo tanto, tampoco ganó palanca con la cual negociar desde una posición más favorable. Claro, es muy difícil convencer cuando la gran mayoría de la población desconfía de él, pero esta labor se hace imposible si ni siquiera se intenta.

En segundo lugar, un discurso puede ser usado como un instrumento para plantear la agenda de debate respecto a un tema. En este caso, un presidente tiene la tarea de decodificar los términos del debate y plantear una interpretación con la que el público pueda discutir un tema. Sin embargo, el presidente Humala, otra vez, nos privó de saber explícitamente su manera de entender este tema. Esto es importante, si consideramos que el Ejecutivo había mandado mensajes contradictorios respecto al futuro del lote 192. Por el contrario, el discurso de Humala giró sobre varios temas y a la vez sobre ninguno. El ciudadano difícilmente se quedó con un mensaje, sino con una multiplicidad de logros y cifras que se esfumaron de la memoria momentos después de acabar el discurso.

Algunos teóricos de la política indican que el poder de un presidente es el de negociar, para lo cual los discursos pueden ser herramientas poderosas que ayuden a la persuasión y a obtener una mejor posición estratégica. Sin embargo, en el contexto peruano actual tenemos un presidente que ha perdido su poder de negociación, dado el desbande de congresistas nacionalistas y dadas sus bajas tasas de aprobación ciudadana, y que ha perdido además oportunidades de usar las herramientas a su disposición para llevar adelante sus planes. 

Humala tendrá más oportunidades de ofrecer discursos, pero en sus manos (o en sus palabras) esta herramienta ha perdido impacto. La devaluación de los discursos de nuestro mandatario tiene como consecuencia final que estos se trivialicen, creándose un forado más en la legitimidad e investidura de la figura presidencial.