José Carlos Requena

En menos de una semana, el Perú ha transitado por una sucesión de hechos relevantes, con epicentro en el Parlamento, que podrían reconfigurar –finalmente– el laxado panorama político. Entre el pasado miércoles 4 y jueves 5 de mayo, se aprobaron una serie de leyes con un abrumador apoyo, aunque carentes de todo sustento técnico. En la mayoría de los casos, se logró más de cien votos que hacen palidecer los esfuerzos por lograr votos para la vacancia o alguna acción de control político. ¿Qué encanto tienen estos consensos?

Una situación similar se dio en la votación para elegir a los seis integrantes del Tribunal Constitucional (TC). Cuando, la semana antepasada, se anunció que la votación estaba lista para darse en el pleno, el escepticismo era mayoritario, sobre todo por los procesos fallidos de los últimos dos Congresos. Durante la jornada del lunes 9, en los pasillos parlamentarios se iba desde el exultante optimismo hasta la cautela de avizorar que se lograría elegir al menos a tres tribunos. Pero el consenso, nuevamente, arribó la mañana del martes 10, y los votos de la jornada –llevada a cabo, torpemente, sin debate– confirmaron la certidumbre. Los votos de Perú Libre fueron vitales para llegar a este desenlace.

El consenso, sin embargo, es claramente selectivo. Ello se vio en la mañana del viernes 6, cuando la Comisión de Constitución del Parlamento archivó el proyecto de ley del Ejecutivo sobre la realización de una consulta para propiciar una asamblea constituyente. En la Comisión, fueron once votos contra seis, lejos del consenso al que se llegaba en el pleno.

No ha sido fácil arribar a este doble juego en el que se acuerdan cosas y se ceden posiciones. De hecho, le ha costado al partido oficialista su segundo éxodo. Si bien los disidentes se han apresurado en decir que seguirán apoyando al Ejecutivo, lo cierto es que el mayor fraccionamiento puede significar, también, la reducción del apoyo firme que ostenta debido a que no puede tenerse la misma certeza sobre los que se quedan. No debe olvidarse que Mirtha Vásquez logró la investidura en con la votación en contra del voto cerronista al interior de Perú Libre. Si se puede llegar a acuerdos en otros frentes, ¿se puede forjar un futuro a mediano plazo que prescinda de ?

Cuando estas líneas están terminando de escribirse, aún es el tema central de la jornada informativa las grandilocuentes y vacías (por carecer de sustento) acusaciones de Zamir Villaverde sobre la presunta acción de Castillo por torcer los resultados electorales. La Comisión de Fiscalización se apresuró en acudir al penal donde Villaverde está recluido para tomar sus declaraciones, pero aquella acción parece una monumental pérdida de tiempo.

Todo ello grafica un creciente consenso que puede tener un impacto en la precaria situación del presidente Pedro Castillo, que seguramente buscará recursos para ganar algo de aire. A ello podrían deberse los rumores que circularon sobre cambios en Gabinete que incluían a la cabeza de la PCM Aníbal Torres. De darse tal cambio, la expectativa podría dirigirse al voto de investidura, quitándole algo de presión al mandatario.

Mientras siga perdiendo espacios, Castillo seguirá en una peligrosa y prolongada languidecencia, unida a su incapacidad e inmoralidad que se confirman semana a semana. Una larga espera que recuerda aquella tonada de Héctor Lavoe y Willie Colón: “Ahora me encuentro aquí en mi soledad / Pensando qué, de mi vida, será / No tengo sitio donde regresar / Ni tampoco a nadie quiero ocupar”.

Un estado de ánimo preñado de angustia e impaciencia, aunque huérfano de una acción colectiva: “Te juro que no puedo fracasar / Estoy cansado de tanto esperar / Y estoy seguro que mi suerte cambiará / ¿Y cuándo será?”.

José Carlos Requena Analista político y socio de la consultora Público