En la emergente guerra fría entre Estados Unidos y China, se afirma en Washington que liberalizar el comercio con China hace 20 años fue un grave error. Esa política solo benefició a las élites estadounidenses y al gigante asiático, fortaleciendo su régimen autoritario y perjudicando a la economía estadounidense.
Esta narrativa se está usando no solo para justificar el proteccionismo contra China, sino también para criticar el libre comercio en sí. Por ejemplo, en el “New York Times” el senador republicano Josh Hawley recientemente propuso abolir la Organización Mundial del Comercio (OMC) porque ha favorecido a la China comunista y ha causado desempleo y el estancamiento salarial de la clase trabajadora en EE.UU.
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Los sentimientos anticomercio recibieron cierto respaldo hace unos años con la publicación de un influyente estudio económico sobre el ‘shock chino’. Los autores calcularon que la liberalización comercial y la posterior entrada de China a la OMC en el 2001 significó la pérdida de más de 2 millones de trabajos estadounidenses entre 1999 y 2011. Tanto republicanos como demócratas se han apoyado en ello para promover aumentos regulatorios comerciales, laborales y económicos.
Pero el relato de hoy es muy simplista, según un estudio nuevo de Scott Lincicome. En primer lugar, la entrada de China a la OMC no fue una decisión única de EE.UU., sino de todos los países miembros. Estados Unidos fue el último país miembro de la OMC en resistirse a la admisión china. No era realista seguir insistiendo con la imposición de más condiciones a China y, además, EE.UU. necesitaba trabajar con China en grandes temas geopolíticos, como la diplomacia con Corea del Norte.
En segundo lugar, en los últimos años se han publicado un sinnúmero de estudios que minan la tesis de un ‘shock chino’. Tal impacto negativo parece haber terminado hace casi 10 años. Es más, después de que China entró a la OMC, el empleo manufacturero como porcentaje del empleo total en EE.UU. siguió la misma tendencia a la baja que había tenido por décadas. Esto sugiere que China no explica tal pérdida de empleos.
Otros estudios muestran los enormes beneficios del comercio con China para EE.UU. Los consumidores, especialmente los pobres y de clase media, se han beneficiado de una rebaja notable de precios que significa un aumento real de salarios. Los manufactureros se beneficiaron de insumos más baratos también. Es así que muchos podían expandir sus negocios, incluso hacia el sector de servicio. Varios economistas han encontrado que el comercio con China ha mejorado las condiciones de los trabajadores y el bienestar social.
Tampoco se puede afirmar que el proteccionismo contra bienes chinos hubiera resultado en un aumento de producción de tales bienes en EE.UU. En realidad, los productos chinos han desplazado a los productos de otros países mientras que el consumo de bienes importados se ha mantenido estable. Cuando el presidente Barack Obama impuso aranceles a las llantas chinas en el 2009, no incrementó su producción en EE.UU. sino su importación desde otros países.
Irónicamente, China ha sido competitiva en buena parte debido a sus reformas internas, como la desregulación o las privatizaciones, y no solo por la apertura comercial. Esto sugiere que la competitividad china probablemente iba a aumentar independientemente de las decisiones de EE.UU. de hace 20 años.
No podemos ignorar que algunas personas han sido afectadas de manera negativa por el comercio. Pero tampoco podemos ignorar el balance de la evidencia a favor del libre comercio ni el hecho de que hay políticas mucho más adecuadas que el proteccionismo para tratar con cierto desempleo. Hace 20 años no se podía saber que China se volvería más autoritaria en años recientes. Y hoy no podemos afirmar que el proteccionismo hace años hubiera resultado en una China menos autoritaria.