El reciente viaje del mandatario Pedro Castillo para participar en la Asamblea General de Naciones Unidas ha vuelto a mostrar las serias limitaciones del presidente en el más mínimo entendimiento de la escena internacional. Resume, además, una mirada llena de desordenados lugares comunes y de un uso entusiasta de un espacio foráneo para la menuda agenda local.
¿Era posible esperar algo distinto? La verdad, no. Hay varios indicios que aún desde la campaña lo anunciaban. En el ideario de Perú Libre, que Castillo utilizó como plan de gobierno, se puede leer un acápite referido a la política exterior que parece haber sido redactado por una persona de otra época.
El documento dice: “Los neoliberales son enemigos de la integración regional de los pueblos y de su desarrollo, saben que de esa forma se impide una inadecuada negociación con los países desarrollados y las transnacionales. Los neoliberales peruanos piensan que la integración solo consiste en aumentar el comercio internacional y abrir nuestros mercados”.
Luego, reivindica a mandatarios de la región (Rafael Correa, Evo Morales, Néstor Kirchner, Cristina Fernández, Lula da Silva, Dilma Rousseff, Fidel Castro, Raúl Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Manuel Zelaya, Daniel Ortega y Pepe Mujica), que, según el ideario, “le [dieron] dignidad al continente”. Difícil hallar dignidad en lo que hace Ortega con la oposición en su país o en lo que hizo Castro con los disidentes en las décadas que lideró Cuba.
Además, el documento atribuye un rol a Estados Unidos, una potencia que hace mucho tiene seria competencia de influencia en la región, otorgándole un poder que operaría en el vacío. Para el plan, el país norteamericano “diseñó un plan político, jurídico, económico, comercial, financiero, mediático y militar, para la dependencia de nuestros países bajo su designio, creando para este fin muchas instituciones supranacionales aparentemente democráticas”.
No estuvo lejos de estos postulados la designación del sociólogo Héctor Béjar al frente de Torre Tagle, asunto conocido en la víspera del nombramiento de Guido Bellido al frente de la PCM. Con mayor elaboración y sustento intelectual –sin duda–, la mirada de Béjar de la política internacional no está muy lejana de estos postulados. La gestión de Béjar fue breve.
Le siguió la gestión de Óscar Maúrtua, que puede exhibir como principal mérito la organización de la Asamblea General de la OEA en Lima, gestión del equipo diplomático liderado por Harold Forsyth en Washington.
Entre las gestiones 1 y 2 del actual canciller César Landa, se tuvo el paso también breve de Miguel Rodríguez Mackay, lo que grafica una trayectoria errática, que ojalá haya llegado a su fin. Torre Tagle tiene capital humano de sobra para enfrentar los desórdenes vistos. La cita de octubre debería ser una muestra de estas competencias.
La alocución de Castillo en Nueva York tiene como signo distintivo un esfuerzo de Cancillería por contener algunos de los tropiezos de Castillo. Este titular del diario Gestión lo dice con precisión: “Canciller termina traduciendo discurso de Castillo ante la ONU” (21/9/2022). Castillo aprovechó, además, para defenderse de las amenazas de presuntos golpes de Estado, que atentan “contra la expresión soberana de la voluntad popular”. En su mirada, toda crisis de gobernabilidad entre poderes debe resolverse “con el diálogo, concertación y el pleno respeto de los resultados electorales”.
La Constitución peruana dice que el presidente personifica a la nación (artículo 110). En materia exterior, el enunciado parece hacer justicia a la realidad: un país perdido entre el vacío y el convenido mensaje de su jefe del Estado –que utiliza un foro internacional para victimizarse– y el desinterés casi crónico de su población por mirar más allá de su área chica.