No parece haber meditado lo suficiente el Gobierno en los efectos de la llamada ‘ley pulpín’ sobre sus potenciales beneficiarios. Las consecuencias inmediatas están bastante claras: la ley facilitará la contratación de ciertos jóvenes que de otra manera no tendrían cabida en el sector formal. Las más remotas no lo están tanto: ¿querrán las empresas mantener a esos jóvenes en planilla al vencerse sus respectivos contratos dentro de uno, dos o tres años?
La ley crea el contrato laboral juvenil, con una duración mínima de un año y máxima de tres. Los jóvenes contratados bajo este régimen no deben haber tenido anteriormente un empleo formal; y en caso lo hubieran tenido, deben haber estado desocupados (formalmente) por lo menos en los últimos tres meses. El nuevo régimen incentiva a las empresas a contratar a esos jóvenes, reduciendo sustancialmente el costo laboral.
El contrato laboral juvenil obliga a la empresa a pagar el sueldo mínimo, pero no dice nada sobre las gratificaciones de julio y diciembre ni sobre la compensación por tiempo de servicios (CTS). Cabe suponer que no serán aplicables, salvo que el reglamento de la ley, a ser publicado próximamente, disponga lo contrario. Además, para las micro y pequeñas empresas, el estado asume el pago de Essalud por un año.
Eche pluma el lector. Doce sueldos de 750 hacen 9.000 soles al año. Un 25% menos de lo que cuesta contratar a un joven bajo el régimen general, que, incluyendo las dos gratificaciones, el 9% de Essalud y la CTS, asciende a más de 12.000 soles anuales. Bajo ese régimen, ningún joven cuya experiencia y calificaciones le permitan producir más de 9.000, pero menos de 12.000 soles al año, podía conseguir un trabajo en una empresa formal. Ahora sí. Esa es la gran virtud de la ‘ley pulpín’.
Pero es una virtud que, como el epónimo jugo, viene con fecha de vencimiento. Al cabo de un año, cuando la micro o pequeña empresa tenga que decidir si renueva o no el contrato, tomará en cuenta que a partir de ese momento deberá asumir ella misma los aportes a Essalud. El costo de mantener empleado al joven sube de súbito 9%. A menos que su productividad haya aumentado en esa proporción, como mínimo, la empresa preferirá dejarlo ir.
Inclusive la gran empresa, que debe asumir desde un principio el aporte a Essalud, solamente lo retendrá, al cumplirse el plazo máximo de tres años, si la productividad del joven ha aumentado lo suficiente como para justificar los 12.000 soles anuales que le cuesta emplearlo bajo el régimen general. Los que no hayan podido cruzar ese umbral volverán al sector informal.
Para que un joven transite sin interrupción del nuevo régimen al régimen general, su productividad tendrá que aumentar en el orden del 8% anualmente, que no es poca cosa. Es verdad que algunos estarán más cerca que otros del umbral de la formalidad cuando firmen su primer contrato, como también es verdad que algunos adquieren habilidades más rápido que otros. Por una u otra razón, un cierto número de jóvenes conseguirá instalarse firmemente en el mercado formal de trabajo. Pero para la gran mayoría, nos tememos, la idea de un empleo formal terminará siendo una ilusión pasajera.
Si el Gobierno quisiera evitar que eso suceda, debería hacer del nuevo régimen una opción permanente, eliminando el plazo máximo que le ha puesto al contrato laboral juvenil.