En estos días hemos tenido resultados de tres encuestas, las primeras del año.
Lo primero que habría que decir es que las cifras confirman la utilidad de esta herramienta para medir la temperatura de la opinión pública. Puntos más o menos, las tres encuestadoras han arrojado resultados similares. Es lo que en estadística se llama validez concurrente. Usando metodologías similares y entrevistando a diferentes ciudadanos en distintas ciudades, los resultados son estadísticamente comparables.
Suele pasar que los candidatos que no son favorecidos en estas mediciones se esfuerzan en mostrar otra realidad y aseguran que ellos sí captan la verdadera intención de voto (que les es favorable) en sus recorridos por calles, plazas y mercados.
Esto tiene dos explicaciones. Por un lado los candidatos serían conscientes de que esa no es la realidad pero no quieren proyectar una imagen de perdedor. Tener una intención de voto mínima en las encuestas significa que pueden ser vistos como “patos cojos”, aquellos a los que nadie sigue (ni ciudadanos ni potenciales candidatos al Congreso).
Por otro lado, es posible que estos candidatos se convenzan a sí mismos de que la realidad es otra. Así como es más probable que las mujeres cuando están embarazadas vean a otras mujeres encinta, los candidatos verían votantes por todos lados, cuando esto no sería más que un sesgo de percepción.
Estas primeras encuestas publicadas son muy importantes. Hasta diciembre del año pasado podemos decir que el partido electoral estaba en etapa de calentamiento, pero desde enero el juego ya comenzó. En estos minutos iniciales es crucial para los candidatos proyectar que están bien posicionados en la cancha. Los candidatos que han salido mejor parados en estas primeras mediciones han sido César Acuña y Julio Guzmán.
El primero sigue con su tendencia al alza. La pregunta es saber si está cerca de su techo o todavía tiene potencial de crecimiento. Para determinar esto es vital mirar el antivoto –es decir, aquellos que manifiestan que nunca votarían por cierto candidato–. Según la última encuesta de El Comercio-Ipsos, el 38% de ciudadanos indica que nunca votaría por el candidato de Alianza para el Progreso. Comparativamente, esta cifra no es muy alta, lo que le daría a Acuña margen para seguir creciendo, aunque esto dependerá mucho de su estrategia electoral.
Otro candidato que ha salido bien parado es Julio Guzmán, aunque actualmente está en problemas por una declaración en contra de la implementación de la ley de consulta previa. La barrera del 5% de intención de voto es psicológicamente importante no solo para el candidato, sino para los electores. Para Guzmán, haber alcanzado este hito le asegura un impulso de entusiasmo entre sus seguidores, que ganan motivación para seguir yendo por calles y buses difundiendo el mensaje y la imagen de su líder.
Para los electores, alcanzar el 5% significa estar en el grupo de candidatos viables. Los que están por debajo de esta valla son los primeros que perderán cuando el elector piense en no desperdiciar su voto. Estos votos, entonces, podrían ir a alguno de los candidatos viables.
Este grupo de encuestas también indica que Pedro Pablo Kuczynski y Alan García están en problemas por el estancamiento de sus intenciones de voto. Cuando los electores decidan su voto es probable que no solo consideren a los candidatos viables, sino que también tomen en cuenta –dentro de este grupo– a aquellos aspirantes a la presidencia que vengan con viada. En esta suerte de darwinismo electoral, aquellos candidatos que no se mueven serían las presas más fáciles de que sus opciones electorales expiren.