El valor del voto, por Arturo Maldonado
El valor del voto, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Una imagen recurrente en los medios de comunicación el día de una elección es la de un adulto mayor haciendo el esfuerzo por ir a votar y manifestar su opinión en las urnas. La entrevista a este ciudadano a menudo termina con una invocación a todos los demás a seguir su ejemplo y cumplir con nuestro deber cívico. 

Esta noticia es aun más resaltante en nuestro contexto, en que los ciudadanos mayores de 70 años están liberados de la multa por no votar. Estos casos, sin embargo, son frecuentes y una importante proporción de este grupo elige votar. 

Más aun, en diferentes encuestas, aproximadamente el 60% de los ciudadanos indica que de todas maneras irían a votar si en el Perú las elecciones fueran voluntarias.

Para los entusiastas de los modelos estrictamente racionales aplicados a la política, esto es una paradoja. Si los ciudadanos se guiaran por el puro interés individual, no deberían ir a votar. 

Un motivo es que el ciudadano pierde tiempo o dinero para ejercer su derecho a elegir. Piense usted que hay peruanos que se tienen que movilizar horas, si no días, para llegar a su local de votación. 

Luego, en el Perú tenemos más de 20 millones de electores. Si un elector decide no ir a votar, el cambio marginal de los resultados es imperceptible. Entonces, si un voto (mi voto) no hace la diferencia, para qué preocuparse de ir. 

Finalmente, los beneficios individuales que obtiene un elector como resultado de su acto son remotos. En el mejor de los casos, se tratará de alguna política pública que pueda beneficiarlo indirectamente. Y sin embargo, pese a estos desincentivos, los ciudadanos van a votar. 

Por eso, es exagerado asemejar el acto de votar con el de consumo. En el primero, la suma de las decisiones individuales afecta a la comunidad, mientras que en el segundo la decisión y las consecuencias son meramente individuales. Votar no es estrictamente como comprar una refrigeradora.

Es cierto que una motivación importante para ir a votar en el Perú es evitar la multa electoral, pero existe otro componente que es ese espíritu cívico, aquella satisfacción que sienten los ciudadanos al cumplir con las normas sociales y que explicaría el comportamiento de los que no están obligados a votar o de los que votarían aun si la elección fuera voluntaria. Este es el valor intrínseco del voto.

Por eso, cuando un candidato ofrece dádivas a cambio de apoyo electoral, esta acción afecta ese componente vital del acto electoral. 

En primer lugar, transforma un comportamiento basado en normas sociales en otro basado en un intercambio de mercado. Al ponerle un “precio” a esta acción, se está legitimando este comportamiento y es muy probable que luego el espíritu cívico desaparezca, a la sombra de estos pequeños beneficios individuales. 

En segundo lugar, cuando el voto parte de una motivación interna, el ciudadano se siente actor del proceso electoral. El intento de comprar un voto le quita protagonismo al ciudadano actor. La decisión ya no sería enteramente suya, sino mediada por un intercambio que un tercero ofrece. 

En nuestro país se calcula que aproximadamente al 9% de la población le han ofrecido un beneficio material a cambio del voto, según la última encuesta del Barómetro de las Américas. 

Los políticos que intentan comprar un voto esperan que los ciudadanos cumplan su promesa en la cámara secreta. El ciudadano es libre de cumplir o no con su parte. Sin embargo, el daño hecho al compromiso intrínseco del ciudadano con esa pequeña colaboración a la democracia que es el acto de votar ya estará hecho.