Aunque tengas control absoluto del Congreso, el 2016 no puede considerarse un buen año si estuviste a punto de ganar la presidencia y perdiste. Sin embargo, procesado convenientemente el duelo, el 2017 puede ser el inicio de una nueva etapa. No tiene que ir hacia una profecía autocumplida según la cual la prepotencia y el abuso de su fortaleza parlamentaria terminarán por frustrar su deseo de llegar a Palacio de Gobierno. No tiene que ser así, pero los pasos que viene dando la hija mayor de Alberto Fujimori apuntan en esa dirección.
Una cosa es cierta: ni Pedro Pablo Kuczynski estaba preparado para gobernar sin mayoría ni Keiko estaba preparada para ser ¡nuevamente! la líder de la oposición. Sin embargo, esa es la realidad, por lo que toca ahora preguntarnos cómo harán ambos actores políticos para llevar adelante su juego sin que el país sufra los estragos de una guerra de mutuo desgaste de aquí al 2021.
Porque eso es lo que estará en juego durante los próximos cuatro años. Según Ipsos, PPK (48%) y Keiko (37%) caen mes a mes en su aprobación en las encuestas. Y mientras que Julio Guzmán y Verónika Mendoza ‘escuelean’ al presidente exigiéndole que se enfrente al fujimorismo –y hasta que hiciera cuestión de confianza por el censurado Jaime Saavedra–, y hacen su juego y buscan sumar puntos, digo, Keiko es la muchacha mala de la historia. Pregunto: ¿a eso seguirá apostando con ayuda de Galarretas y Becerriles de aquí al 2021?
Ella tiene la aritmética (72 votos, una mayoría abrumadora en el Legislativo), pero no la filosofía capaz de inspirarla hacia un mejor uso de su poder. Es decir, tiene la fuerza, pero no la sutileza ni la inteligencia emocional para imponer sus políticas sin parecer que está intentando boicotear a un cada vez más débil Kuczynski. Y más allá de la esperada reunión entre ella y PPK en casa del cardenal Juan Luis Cipriani, contarán los hechos concretos a partir de ahora antes que las promesas.
Así las cosas, creo que Keiko Fujimori está obligada a redefinir su perfil en los próximos meses. ¿La razón? Ya fue líder de la oposición durante cinco años y eso no le bastó para ganar la presidencia. ¿Qué le hace pensar que ahora, censurando ministros y enseñando los dientes, logrará un resultado distinto? Keiko tiene que empezar a escuchar otras voces distintas a las que ha tenido cerca en la última década, abrirse a una nueva mirada sobre lo que acontece a su alrededor que enriquezca su proceso de toma de decisiones. Es obvio que quienes la siguen aconsejando hasta hoy (aquellos que le hicieron creer que “le robaron la elección”) le cantan al oído lo que ella quiere oír. ¿Esto le servirá para afianzar su partido y ganar los próximos comicios? La respuesta es obvia, pero es Keiko quien tiene la última palabra.