Está calato, pues, por Patricia del Río
Está calato, pues, por Patricia del Río
Patricia del Río

Creemos en una vida eterna porque nos aterra la muerte. Los niños creen que su padre es invencible porque necesitan que alguien los proteja. La mujer golpeada cree que su ojo morado es producto de un accidente porque necesita pensar que su marido la ama. En circunstancias como estas, las creencias no tienen nada que ver con los datos que arroja la realidad. Tienen que ver con nuestras emociones, ambiciones y particulares carencias. Tienen que ver con nuestras vulnerabilidades que, bien identificadas, pueden convertirse en blanco fácil de embaucadores. ¿Se acuerdan del cuento del traje del emperador? ¿Ese en el que un par de “sastres” le venden a un fanfarrón gobernante un vestido hecho de una tela maravillosa que solo ven los hombres inteligentes? En el cuento la estafa funciona porque el emperador y toda su corte quieren creer que son unas lumbreras. Y mientras él se pasea en pelotas, nadie (salvo un niño sincero) se atreve a decirle que en realidad no lleva traje alguno. 

Aquello en lo que creemos ciegamente habla más de nuestros temores que de nuestras convicciones. Por eso, a raíz de la denuncia que hiciéramos la semana pasada sobre el sistema piramidal de captación de fondos “Telar de los Sueños”, resulta inevitable preguntarnos por qué tanta mujer capaz, inteligente y sensible termina metida en esto. Por qué una estafa diseñada explícitamente para nosotras resulta tan atractiva. Sonsas no somos, y si bien hay mucho de angurrientismo, he visto tales niveles de lavado de cerebro, he oído argumentar con tal convicción que es posible volverse millonaria recibiendo plata “regalada” de otras incautas, que me queda claro que acá hay mucho más que simple codicia. 

En el famoso Telar, las involucradas participan en reuniones, están sumergidas en un discurso de solidaridad y empoderamiento que las hace sentir importantes. A pesar de ser en su mayoría profesionales que han trabajado por hacerse un lugar en el mundo, se dejan embaucar con cuentos absurdos de mandalas y mantras con el fin de llenar sabe Dios qué vacíos. Empresarias, abogadas de derechos humanos, profesoras de yoga, activistas feministas, amas de casa han tratado de convencerme de que esto no es una estafa. Que tras este método se mueve una energía cósmica que cambiará al mundo, que revolucionará el universo. Pero la verdad no es esa. El Telar de los sueños juega con las inseguridades y obsesiones de las mujeres. Es un cuento perverso que les ha hecho creer a todas que el emperador lleva un elegante traje de luces cuando en realidad está calato, recontracalato.