Diego García Sayán (DGS) saca roncha sin esfuerzo, pues anda por la política con cierto desparpajo, dejándose nombrar para altos cargos. Lo hace, sí, con cierto disfuerzo, pues es de esos izquierdistas refinados que creen a la vez en inversión y regulación, va a cócteles, es el amor imposible de la China Tudela y se cuida la línea.
Invoco el término ‘caviar’ con broma y hasta con cariño, porque no soy alérgico a la huevera de pez. Lo que sí me da alergia es la discriminación por razones de raza, sexo, orientación sexual, religión, ideología o cualquier otra índole. Por eso, discrepo con Óscar Valdés, Javier Villa Stein o los fujimoristas, que protestan por su reciente designación como candidato peruano a la secretaría general de la OEA. Lo han hecho, básicamente, porque lo perciben en sus antípodas ideológicas. Y, junto a su protesta, aducen que DGS, siendo ministro de Justicia, aplicó una política de lenidad en la liberación de terroristas. Eso lo he oído cientos de veces, pero no conozco un informe contundente (como sí lo hay sobre ‘narcoindultos’) que muestre que las excarcelaciones propuestas por la comisión que presidió Hubert Lanssiers fueran un proceso corrupto que acabó en una serie de reincidencias.
Le conozco sí un pecado que critiqué en su momento: DGS viajó acompañado por su novia de aquel entonces, en la famosa vuelta al mundo de Toledo. Se libró de la denuncia esgrimiendo que ella había pagado por sus gastos.
En fin, la designación es oficial y DGS sí es un candidato decente para que el Perú reclame la cabeza de la OEA. Ha presidido su corte, de modo que sería a la vez una novedad y un ascenso. Pero la tiene muy difícil. Mis fuentes me cuentan que otro candidato es el guatemalteco Eduardo Stein (lo recordamos como observador en nuestro proceso del 2000), pero pesa sobre él la sospecha de que trató de proteger a su paisano Efraín Ríos Montt en el juicio que enfrenta por genocidio.
El candidato más fuerte es Luis Almagro, canciller uruguayo. Es joven en estas lides, pero su presidente, José Mujica, lo va a defender con ahínco, pues Uruguay la pega de buen mediador entre el bloque chavista y el resto. Ni DGS, que vio casos picantes de los vecinos en la corte, ni cualquier otro candidato peruano tendrían esa ventaja uruguaya. Aunque la elección del próximo año será impredecible, el Perú bien pudo ahorrarse la postulación y los debates que acarrea.
Por otro lado, se dice que un precandidato con fuerza fue Joselo García Belaunde. No dudo de que en Torre Tagle lo hubieran preferido, pues es de sus filas (DGS no es diplomático de carrera). Y en el frente interno no hubiera despertado tantos resquemores. Pero no creo que el canciller Gonzalo Gutiérrez hubiera osado sugerir a Ollanta y Nadine que postulen a la OEA a un amigo de Alan García.
El asunto es que el presidente ya nos metió en la danza y el candidato inscrito es DGS, opción polémica en el frente interno, pero buena en el frente internacional, que es lo que vale. Como lo harán guatemaltecos, uruguayos o cualquier otro país que quiera ganar la cabeza de la OEA, el Perú tiene que ponerse a buscar, sin miedos ni complejos, el voto de los vecinos.