La ola del coronavirus nos está revolcando. A duras penas conseguimos salir a flote, tomar aire y reiniciamos la lucha para no hundirnos. Aun así, una parte de nosotros nos jala al fondo, burlamos la cuarentena –¡pretextos sobran!– y los contagios continúan en ascenso. Van 54 días de emergencia nacional, de confinamiento social, y los afectados por COVID-19 no cesan de aumentar. La curva se eleva, ¿faltará poco para aplanar la tendencia y alcanzar la meseta? No parece. Ni idea.
Los expertos hablaron durante semanas de la necesidad de pasar del ‘martillo’ (las medidas restrictivas tomadas por el Gobierno) al ‘baile’ (el control de la epidemia). Tuvimos ‘martillo’ –en realidad, más de uno– pero todavía no tenemos ‘baile’ y, por lo visto en estos días, ahora nos encontramos en pleno desmadre. Dicho resultado no es única responsabilidad del Ejecutivo. Sin embargo, el presidente Martín Vizcarra y el equipo técnico que lo acompaña deberán asumir ahora un papel más dinámico en la toma de decisiones, más categórico en sus mensajes a la población y mucho más drástico en el manejo de esta crisis.
Es evidente que la gran mayoría de peruanos dicen una cosa y actúan de forma distinta (ahí están de un lado las encuestas y del otro las imágenes registradas a nivel nacional que así lo prueban). Las multitudes volcadas a las calles y los miles de vehículos embotellando vías hablan por sí mismas. Y con mucha más elocuencia en las últimas horas.
Mientras esto sucede, el desaliento –y la angustia económica– cunde entre las personas, las limitaciones de las autoridades se hacen más evidentes y los reclamos sectoriales aumentan. Llegamos al día 54 sin la certeza de estar a pocos días de levantar la emergencia y con todas las dudas y temores de encontrarnos muy cerca de extender una vez más el aislamiento social.
La salud es prioritaria, pero en Palacio de Gobierno saben que extender la cuarentena se traducirá inexorablemente en la pérdida de miles de puestos de trabajo y el cierre de empresas en todo el país (adicionales a las ya registradas en estas ocho semanas).
Y otro punto no menos importante desde el punto de vista político: la sensación de estar realizando un gran sacrificio en vano, lo que tendrá un gran responsable ante la población y ese será, tarde o temprano, el propio Vizcarra. Por eso lo que se decida en estas horas tendrá que venir respaldado por toda la fuerza del Estado. Día 54: ahora comienza lo más duro.
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