(Ilustración: El Comercio)
(Ilustración: El Comercio)
Rolando Arellano C.

En los últimos tiempos han aparecido numerosas iniciativas tanto en el campo de la solidaridad como en el de la política, que podrían ser más útiles si coordinaran sus acciones. Veamos:

Como lo hemos dicho ya, durante esta pandemia se han visto muchas iniciativas solidarias, que no se han limitado al momento de la mayor crisis, sino que siguen apareciendo a lo largo del tiempo. Dirigidas por empresas, gremios, la Iglesia Católica y otros, han enfocado su trabajo en acciones muy variadas en salud, educación y otras. Quien estuvo preocupado por la supuesta falta de solidaridad entre peruanos, pudo ver que eso no es cierto.

De la misma manera existía una gran preocupación sobre el desinterés que las personas con capacidad de dirección sentían ante la política, condenando a la población a siempre terminar votando por el mal menor. Eso parece haber cambiado hoy cuando vemos la intención de candidatura de varias personas de alta formación, experiencia, pasado respetable, y con posiciones razonables de defensa de lo avanzado y de mejorar a partir de ello.

Pero el problema ahora parece haberse corrido hacia el lado contrario de la balanza, pues tanto en la solidaridad como en la política hemos pasado de tener muy poco a tener más que lo deseable. Y por ello, junto con alegrarnos, debemos buscar que esa efervescencia social y política funcione de manera más eficiente.

Así, los cientos de iniciativas solitarias podrían funcionar mejor si se juntaran para coordinar, evitar repetir gastos, compartir experiencias y no sobrecargar a las fuentes de ayuda, que son siempre limitadas. Una central de ayuda solidaria pos-COVID-19 haría infinitamente más eficiente el aporte de todos a la comunidad.

Y por el lado de la política se debería evitar una canibalización que solo beneficiaría a la oposición. Si es buena noticia tener como precandidatos a personas como De Soto, Cillóniz, San Román, Diez Canseco, Benavides y similares, es mala noticia saber que van a competir entre ellos, por un número limitado de votantes. Una coordinación previa para unir fuerzas y armar planchas más potentes sería de gran ayuda para todos.

Lograr la unidad y el trabajo conjunto no es fácil porque implica renunciar al prestigio que puede dar el dirigir una institución solidaria, pero instituciones como la Iglesia y los gremios sin duda entienden que eso es menos importante que cumplir con el gran objetivo solidario de ayuda. Por el lado político, sabemos que la decisión no solo está en manos de los candidatos, pero también entendemos que si ellos y sus partidos quieren realmente ayudar a su país, la oportunidad de mostrarlo es ahora. Porque no siempre más es mejor. Que tengan una gran semana.

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