Cuando el rey del mundo le dice al Principito que si él ordena todos le obedecen y este le pide que ordene al sol que se oculte, le contesta que espere un poco, que lo va a ordenar al atardecer. Y añade: “debo exigirle a cada uno lo que puede dar [...] pues solo tendré obediencia cuando mis órdenes puedan cumplirse”. Imaginemos cómo sería el escrito de Saint-Exupéry si el Principito estuviera aquí con nuestro presidente.
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