Lucho está apurado y frustrado antes de tiempo. Tiene cuatro años –sin reelección– para un shock de obras a las que media ciudad pondrá peros. Lima ha cambiado mucho sin Lucho. Nos volvimos patriotas de la urbe. O sea, el celo que ponemos en la patria grande también lo ponemos en la metrópoli . Nos liberamos de culpas centralistas y el Ejecutivo abrió el caño a proyectos –metro, centro de convenciones, techado de la Javier Prado, gran museo– que empequeñecerán la inversión municipal.
El Congreso pide explicaciones de reformas de transporte; la TV no se contenta, como antes, con el enlace mañanero tipo ‘alcalde con casco explica obra a reportero monse’. Y la contraloría será un dedo.
Pero Lucho y entorno, en lo esencial, no aceptan la nueva Lima. Su proactividad se lee como mero revanchismo anti-Susana. ¿Y cómo no lo va a ser? Villarán, además de ineficiente y dejar poca obra concreta, comprometió el presupuesto en reformas y proyectos que atacan la informalidad de la que se nutre el esquema de trabajo castañedista.
Ahora entiendo la angurria de obras aisladas, sin plan integral de largo plazo, que generarán fastidios que acentuarán el bajón en las encuestas, pero que lo deben revertir cuando estén listas. Me preocupa especialmente la construcción de los tres ‘by-pass’ en el cruce de 28 de Julio con Garcilaso de la Vega. La angurria de obra puede acabar en líos y penalidades. La contraloría, presionada por la opinión pública, investigará al dedillo la aventurada negociación con OAS, la transnacional declarada en quiebra en Brasil, que aceptó cancelar el proyecto Río Verde para destinar parte de esos fondos a la construcción de los ‘by-pass’. Y el Ministerio de Cultura (Mincul) reclamó a la municipalidad que no haya solicitado el certificado de inexistencia de restos arqueológicos (CIRA). Pues me dicen en el Mincul que ya pidieron el CIRA luego del reclamo, pero que el trámite toma su tiempo y antes del resultado no deben empezar las excavaciones.
Sinceramente, espero que no haya restos de cuidado, porque ello también comprometería las obras de la línea 3 del metro de Lima. El metro es mi sueño de una ciudad planificada que choca contra la obra sin plan. Llamé al Ministerio de Transporte y el propio ministro José Gallardo tuvo la gentileza de contestarme.
Pregunté a Gallardo si los ‘by-pass’ afectarían el trazo del metro. Me contó que la línea 3 que atravesará Lima de sur a norte estará lista para el 2023 o 2024, luego de los años que tomará concluir la línea 2 entre Ate y Callao. Es un largo tiempo, pero es lo que toma tener a punto el sistema que será el eje del transporte público en la ciudad. “Nuestro horizonte no es de cuatro años”, me subrayó. Sobre el trazo exacto, me dijo: “Aún no lo sabemos, Pro Inversión debe presentar el estudio en las próximas semanas”.
El ministro me contó que en octubre pasado se reunió con Villarán y en febrero con Castañeda y hablaron de una autoridad única del transporte. Incluso, hay cooperación internacional comprometida en ello. No hablaron de los ‘by-pass’. “Esto es más importante que un ‘by-pass’ –me dice–, es articular el futuro del transporte en Lima y Callao”. Ya entendimos a Lucho, ahora que él entienda a la nueva Lima: no necesitamos obras desgajadas de un plan, sino un plan de obras coordinadas con el Ejecutivo y debatidas con los limeños.