La facción tecnocrática, por Carlos Meléndez
La facción tecnocrática, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

Volvamos a los clásicos. (Re)leer “El orden político en las sociedades en cambio” (Huntingon, 1968) para entender a Peruanos por el Kambio (PPK). 

PPK es una facción de tecnócratas que podría evolucionar a partido político. Sin embargo, cumple con las características de la definición huntingtoniana de facción: agrupación política sin estructura y de corta durabilidad que obedece generalmente a ambiciones individuales, carece de organización y apoyo social propios. Si bien puede cumplir con la definición mínima de partido (Sartori), su alto nivel de personalismo le acerca más a una facción. (Denominarle “federación/coalición de independientes” es una buena chapa, pero no cumple con los rigores de la conceptualización politológica). 

Las facciones son vehículos políticos frecuentes en sociedades en etapas previas a la modernización política. Una facción es inherentemente conservadora porque no está modelada para encauzar la participación ciudadana, sino para favorecer intereses particulares que sostienen el statu quo. Es elitista –revise la tasa de sanisidrinos del próximo gabinete– y se asemeja a una camarilla política –lobbistas influyendo subrepticiamente en asuntos de Estado–. Dependen de lazos informales alrededor de personalidades –priman los entornos de confianza que rodean a Kuczynski–. Además, un sistema de facciones se compone –advierte Huntington– de círculos interminables en los que los actores cambian de socios y de antagonistas, sin renovar ni aumentar el número de participantes. En el caso peruano, de la veintena de organizaciones políticas registradas, unos pocos califican como partidos; la mayoría son facciones. Lo paradójico es que un proyecto de discurso “modernizador” se presenta bajo una forma política “premoderna”.

¿Una facción de tecnócratas sanisidrinos que rotan entre escritorios de CEO y fajines ministeriales puede gobernar a un país? Por supuesto. Su éxito depende de cómo entienda la legitimidad que su gobierno necesita. Equivocadamente se le exige a PPK una legitimidad de partido de masas: presencia territorial y mediación con organizaciones intermedias de la sociedad civil y la “calle”. Esto es pedirle peras al olmo. La legitimidad que se le debe exigir a este tipo de agrupamiento es técnica: elaborar ‘policies’ de amplia cobertura y eficiencia. Quisiéramos que nos gobernara un partido de masas representativo de demandas movilizadas, pero no es lo que hemos elegido.

Entonces, ¿qué se le puede exigir a PPK como facción en el poder? Mayor orientación política en el diseño de políticas públicas: advertir los riesgos políticos de la conflictividad social, diseñar reformas políticas para instituciones más funcionales, planificar estrategias con instancias subnacionales de gestión pública, etc. Ello requiere incorporar profesionales de la política al dominio tecnocrático, desde equipos de resolución de conflictos hasta ingenieros constitucionales. En las últimas décadas no se ha logrado fortalecer ni crear partidos desde el poder. Cambiar esa tendencia parece improbable. Ya que se vienen cinco años de gobierno tecnocrático, que al menos incorporen adecuadamente la variable “política” en sus modelos econométricos. En esto radicaría la aprobación de la administración ppkausa, no en fingir baños de popularidad paseando a Kuczynski por cada uno de los cuatro suyos.