Un político amigo me buscó para preguntarme si le veo posibilidades presidenciables. Ya se ha lanzado antes, con magros resultados. Le digo que me gustaría ver a alguien serio como él enriqueciendo el debate electoral, pero no le recomiendo desangrarse en una campaña tan mercantilizada que difícilmente dejará espacio al debate conceptual que él propone. Sus temas no son efectistas ni populistas; son principistas y carecen de ‘sex appeal’ electoral.
Que mi amigo, si sigue cavilando aún, vea el caso de Julio Guzmán, quien quiso aprovechar el silencio de los precandidatos para lanzarse al ruedo con cierto eco. Guzmán hoy no existe en las encuestas. Pretendió dárselas de ‘outsider’, siendo un mustio ‘insider’ a quien más le preocupaba armar una chancha para su “gran campaña” que sorprendernos con temas eficaces. Su narrativa, además, no era espectacular: peruano modesto con buenos estudios y empleo en el extranjero. De esos hay varios y Toledo ya les maleó la plaza. La promesa “yo soy hijo del pueblo y mi éxito será tu éxito” solo tiene sentido si la demuestras con gestos y propuestas precisos.
No me atrevo a hacer pronósticos, así que veamos a los tres primeros de todas las encuestas últimas: Keiko, PPK y Alan; lo demás es prestidigitación. Keiko ha hecho votos de templanza. Nada de desesperación nacionalista, ni vanidad alanista, ni chongo PPKausa; ha adoptado una cómoda mudez castañedista mientras arma sus fichas. Prepara caras nuevas mientras estudia cómo les dice que “ya fueron” a algunas de las viejas. Quiere sorprender, como no lo hizo en el 2011, con jales llamativos como el de Fernando Rospigliosi. Su reto es desmarcarse del ‘albertismo’ sin perder su núcleo duro, o sea, mensaje autoritario con promesa democrática.
PPK es impredecible, tiene el carácter y la edad de la inimputabilidad: suelta ocurrencias y cambia de opinión con una frescura que puede ser tildada de franqueza, y eso nunca está mal. Ha hecho un fichaje más espectacular que el de ‘Rospi’ con Keiko: ha contratado a Luis Favre para que lo ordene. No lo volverá de izquierda porque eso sería cambiarlo de sexo y PPK no pretende ser Caitlyn Jenner, pero sí lo puede centrar en temas e ideas fuerza. En teoría, PPK tendría que ser el más desesperado: ya no le queda tiempo vital para una tercera vez, mientras Keiko puede seguir intentando y Alan tiene el consuelo de dos gobiernos. Que no pierda el buen humor.
Llegamos a Alan. Es el campeón de los anticuerpos y hace poco por evitarlos. Por el contrario, pareciera que los cultiva. Ha logrado que se discuta si se lanza a ‘triquear’ o si renuncia, misterio parecido al de la campaña municipal de Enrique Cornejo, en que se llegó a debatir si tenía la venia de Alan o no. Parte de los anticuerpos se pueden conjurar con un frente, idea ya manoseada en el Apra, pero nunca puesta en práctica más allá de llamar a tres o cuatro amigos a aparecer en un mitin.
Daniel Urresti no puede despegar hasta que el nacionalismo lo unja, y no estoy seguro de que eso pase. Marisol Espinoza y Ana Jara no lo permitirían y, además, en algún momento les puede resultar rentable desmarcarse de la pareja presidencial. El fin del Gobierno puede reducir la belicosidad y aumentar la sensatez de Ollanta y Nadine. Se los agradecerá quien quiera que sea su candidato(a).
Toledo ya empezó a minar su candidatura, más temprano que en la campaña pasada. Claro que puedo equivocarme y alguien se metería por los palos.