La situación de Keiko Fujimori en esta campaña electoral es realmente privilegiada: tiene un sólido treinta y tantos por ciento que parece no desinflarse con nada, todas las decisiones arriesgadas que toma (caviarizarse en Harvard, dejar de lado la vieja guardia fujimorista) parecen funcionarle, y los ataques que la vinculan con su padre no le hacen mucha mella.
¿Qué ha pasado con la candidata de Fuerza Popular? ¿Se ha consolidado? ¿Tiene un gran equipo de campaña que la hace invencible? Algo de eso hay, pero si comparamos la situación de esta campaña versus la del 2011, hay otros factores que podrían estarla ayudando y que no tienen nada que ver con su performance como candidata.
En primer lugar, está la cantidad de aspirantes a la presidencia: en el 2011 postulaban diez ciudadanos, de los cuales cinco eran realmente unos ilustres desconocidos.
¿Alguien recuerda a Noriega, Pinazo o a Reymer? Eso limitaba la contienda a cinco pesos pesados, donde además de la señora Fujimori postulaban un Toledo pre-Ecoteva, un Humala capaz de aglutinar el voto de centroizquierda, un Castañeda lleno de obras y un PPK con olor a novedad. Keiko Fujimori, que para enero del 2011 lograba captar algo así como el 20% de la intención de voto, se movía en una contienda durísima en la que el candidato con más posibilidades le llevaba al quinto puesto menos de 10 puntos porcentuales. Para que entiendan la magnitud de la diferencia, hoy Keiko Fujimori le lleva al segundo lugar (PPK o Acuña) casi 20 puntos. Su sensación de triunfo está marcada no solo por su sólido 30%, sino porque los medianos ni siquiera se le acercan.
La pregunta entonces sería por qué no crecen los medianos. Y ahí radica justamente la complejidad de esta elección. A diferencia del 2011, hoy los cuatro punteros, que aglutinan menos del 70% de intención de voto, tienen que luchar contra un ejército de microcandidatos que les quitan posibilidades de superar ese 20% que le borraría a Keiko la sonrisa de triunfo asegurado. Actualmente, si al 5% de Guzmán le sumamos el 2% que tienen otros candidatos (como Reggiardo, Mendoza y Urresti), se podría alcanzar un valioso 15%. Para complicar aún más el panorama, los demás pequeñitos que no emergen del rubro “otros” son figuras de peso como Ántero Flores-Aráoz, Yehude Simon o Alfredo Barnechea, que se presentan como más alternativas posibles para ese electorado bastante atarantado por la variedad de la oferta.
Así las cosas, Keiko Fujimori anda más cómoda que Blancanieves protegida por sus enanos, por ese ejército de candidatos ‘petit’ que, sin proponérselo, se han convertido en la mejor pastilla de chiquitolina de los medianos. Las cosas, sin embargo, podrían cambiar. Con la nueva ley electoral vigente, algunos podrían retirarse en febrero al sospechar que no pasarán la valla. Con el tiempo, además, algunos electores abandonarán a su candidato prometido para sumarse a las filas del que tiene más posibilidades. De ocurrir así las cosas, habrá que ver quién será capaz de capitalizar esa movilidad. Cuál candidato logrará colarse en segunda vuelta y hacerle la competencia férrea a Keikonieves que parece fija en esta contienda.
Y decimos parece, porque en nuestras campañas electorales cualquier cosa puede pasar, y esta elección también podría transformarse de pronto en ese circo al que le crecen los enanos para aguarle el show a los más plantados. Veremos.