En los últimos días se han lanzado predicciones sobre el derrotero del nuevo burgomaestre de Lima y sus regidores. ¿Se dedicará a poner solo cemento? ¿Desactivará lo avanzado por Villarán? ¿Logrará solucionar los problemas de fondo de la ciudad y no solo los ‘cosméticos’? ¿Habrá transparencia sobre la ejecución de sus gastos? ¿Cómo será la relación con el Poder Ejecutivo y religioso?
Lo que quiero proponer es algo que podría sonar extravagante: se trata de analizar los movimientos, gestos, miradas, ubicación en el espacio, etc., de lo que sucedió en el Teatro Municipal –con sus deliciosos lapsus como poto por voto, entre otros–. A esto los científicos sociales le llaman “comunicación no verbal” y tiene un valor muy significativo debido a que nos dice mucho sobre lo que las personas hacen sin estar muy atentas a ello. Asimismo, nos muestra profundas convicciones que afloran “sin querer queriendo”.
Imaginemos, por ejemplo, que estamos sentados frente al televisor –como hicimos muchos de los que observamos la ceremonia–, pero bajamos totalmente el volumen del aparato; es decir, vemos los movimientos, gestos, tics, la ubicación de las personas, pero no escuchamos nada.
Lo primero que llama la atención es la representación del ballet de “Cascanueces”. ¿Nos equivocamos de canal? Es difícil imaginar al Ballet Municipal de Lima como ‘teloneros’ de la ceremonia formal que esperamos. Observamos tedio y aburrimiento en las caras de los asistentes. ¿Será esa la idea de cultura de élite que se trabajará desde el municipio?
Castañeda no perdió la sonrisa en ningún momento, sus movimientos seguros y “con cancha” de ganador por tercera vez a la Alcaldía de Lima no mostraban sorpresa, al punto que –fuera de todo protocolo– tomó su vaso de gaseosa, alcanzada por uno de sus hijos, sin ningún reparo ni vergüenza, en una ceremonia tan formal en la que los hombres son capaces de soportar corbatas y sacos en altas temperaturas.
Al observar los palcos principales del teatro nos encontramos con una sorpresa: tres ministros acompañaban el acto; los titulares de Justicia, Salud e Interior. Al parecer Castañeda se dirigía al ministro del Interior, quien fue el único que no vistió el terno ni corbata de rigor. ¿Por qué será?
Otro tema medular fue la relación de gestos, ubicación en el espacio y movimientos de quienes representan poderes en el Estado. Castañeda dejó chiquititos al presidente Humala y a Cipriani, quienes “fueron sentados” en una mesa con sillas relativamente bajas por detrás de un crucifijo que fue cambiado repetidamente de ubicación por los edecanes por no saber si la cara del crucifijo debería mirar a Castañeda o a los regidores en la juramentación. Las figuras de Humala y Cipriani seguían empequeñeciendo cuando Castañeda toma la palabra desde el palco –mucho más alto que el escenario– gesticulando, levantando la mano. Para el espectador que no estaba informado de la razón de la ceremonia, parecía que el poder de ese personaje había opacado totalmente a ‘sus vecinos’. Ah, no olvidemos que Cipriani y Humala salieron por detrás de la cortina del teatro (lo que los minimizó aun más). El ego del ‘Mudo’ no necesita palabras pero el comportamiento de los regidores, otra columna…