Dina está contra las cuerdas. Es un Gobierno mil veces más íntegro y técnico que el anterior, eso hay que reconocerlo; pero es precario y débil. Es tan débil que se (auto)percibe dependiente de las fuerzas del orden; o sea, la suma de la PNP y las tres armas militares.
He ahí el gran problema. Esa (auto)percepción de dependencia en la fuerza genera dos males que se retroalimentan. De un lado, la oposición se enerva en sus demandas maximalistas (¡renuncia, Dina asesina!, ¡cierre de Congreso golpista!, ¡adelanto de elecciones para este 2023!, ¡cárcel para mandos policiales y militares genocidas!). Del otro lado, la policía (más que las FF.AA., que son más cautas en su comunicación política) se empodera y empieza a deliberar gestos y maniobras políticas. En buena hora abortó su participación en la promoción de marchas por la paz, ayer martes; pero ya había hecho de las suyas días atrás.
Por ejemplo, el sábado 17 de diciembre fue un día crucial para el gobierno de Boluarte. El viernes, abrumados por las noticias de muertes y destrozos en las regiones alzadas, nos acostamos con el rumor de que la presidenta evaluaba renunciar. Ello era falso, y la propia Boluarte, rodeada de su Gabinete, lo desmintió en una conferencia de prensa. Pues, mientras ella llamaba a la conciliación y a la calma, la PNP estaba allanando los locales de Nuevo Perú (el partido de Véronika Mendoza y de la bancada Cambio Democrático) y la CCP (Confederación Campesina del Perú), en busca de armas y logística violenta (en la CCP había sentenciados por tráfico de drogas, pero se les pudo seguir e intervenir sin allanar).
El general Óscar Arriola, histórico y longevo jefe de la Dircote (Dirección contra el Terrorismo), participó en ese operativo y ahora ha lanzado un video convocando a la marcha por la paz. Ya no está en la Dircote, pues en la última renovación de mandos promovida por el comandante general, Raúl Alfaro, se decidió pasarlo a otra división. No sé si el cambio fue uno más entre varios que se dieron a la vez o fue efecto de la comprensible chilla que habrá hecho Boluarte por esos allanamientos que terminaron de enemistarla con la izquierda.
Valga el ejemplo para mostrar cómo un gesto bienintencionado en la PNP puede acarrear muchos más problemas que soluciones. Los militares, tanto desde el Mindef como desde el propio comando conjunto, andan con más sigilo. Los soldados apostados alrededor de aeropuertos y otros activos estratégicos portan armas letales y son más proclives a cometer excesos al repeler protestas, pues no han sido formados para eso. Pero sus mandos son más prudentes a la hora de la deliberación política.
Boluarte, el primer ministro Alberto Otárola y el ministro del Interior, Víctor Rojas, deben reunirse con el comando de la PNP para hacerle entender que no pueden tirar bala a la loca ni pisar palitos politizados.