Fernando Vivas

“Se van a quedar, no van a perder sus ingresos”, no es un lamento de tiempos de Castillo. Lo oigo desde el 2017, cuando se pronosticaba que PPK se salvaría de ser vacado. En efecto, se salvó, pero tres meses después, en marzo del 2018, renunció a punto de ser vacado. Ese no se fue; se quedó con Martín Vizcarra, pero peleó con él hasta que fue disuelto. El siguiente Congreso lo vacó en el segundo intento. Moraleja: los no son, ni todos, ni siempre, llevados por el cálculo crematístico, sino, sobre todo, por las emociones, las sublimes y las controvertidas.

La actitud antipolítica que nos impregna a todos insiste en ver mero cálculo donde hay inasible emoción. Por cierto, esa actitud acaba de enervarse al ver, tras un reportaje de Latina, que los fondos públicos no son usados estrictamente para capacitaciones y gastos normados. En realidad, veo que una interpretación elástica de la ley podría justificar sueldos a dirigentes, ‘media trainings’ y pago de estudios, pero vaya que es difícil argumentar esto ante el desprestigio de la política.

Mi punto es que la ciencia política se queda corta para analizar esto; en parte, porque el terreno de las emociones la desborda; en parte, porque está impregnada del temperamento antipolítico imperante. Incluso aplicando teorías adaptadas a nuestro grado de descomposición de partidos que hacen de estos federaciones de invitados con intereses clientelares en sus regiones o en sus rubros semiformales y, por lo tanto, proclives a ser cooptados por un gobierno que atienda esos intereses, nos quedamos cortos. Las explicaciones se ajustan al marco teórico y se verifican en buenos ejemplos, como el de PPK describiendo con brutal sinceridad, en una entrevista con “El País”, cómo pensaba ‘jalarse’ a parte de la mayoría congresal fujimorista. Sin embargo, a pesar de ello, primó el conflicto.

Bueno, pues, la teorización del ‘se quedan todos’ es insuficiente para explicar lo que nos pasa o hacer algún pronóstico. La acción congresal es dramática, con plazos fijos hacia los que escalan diversas emociones, y cuando se vota hay pulsiones que pueden ser destructivas y autodestructivas, pues procesan pequeños ajustes de cuentas y tensiones entre bancadas o al interior de estas, o entre los partidos que logran influir en sus bancadas (Fuerza Popular, Perú Libre, APP, Podemos Perú, Somos Perú) y las bancadas de independientes (Renovación Popular, Avanza País, Integridad y Desarrollo, Cambio Democrático). ¡Hay identidades agazapadas o heridas que braman en estos casos! Además, hay un par y medio de bancadas no influidas por ningún partido, sino por el Gobierno, como el Bloque Magisterial, Perú Democrático y ‘los niños’ de AP, que merecen calibrar el enfoque. Todo este esquema puede irse al diablo por emociones que. ni desde la teoría. ni desde el temperamento antipolítico. podremos explicar.

Fernando Vivas es columnista, cronista y redactor

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