“El Gobierno tiene dos retos enormes: asegurar la vacunación y que la gente no se siga muriendo a pasto”. (Foto: Minsa).
“El Gobierno tiene dos retos enormes: asegurar la vacunación y que la gente no se siga muriendo a pasto”. (Foto: Minsa).
Fernando Vivas

Faltan muchas semanas o meses para que a usted o a mí nos vacunen, pero esta es la actitud que debe mandar: posterga todas las reuniones y citas presenciales, virtualízalas si es posible; patea para adelante todos los trámites de ventanilla y consultas ambulatorias prescindibles; compra por Internet y usa delivery para enviar y recibir recados. Solo arriésgate para cumplir con la chamba y con tu sustento.

Esta es una carrera contra el tiempo. Al ritmo que iremos estos días, solo vacunando en hospitales al personal médico, tardaríamos años en tener vacunada a la población mayor de edad. Pareciera que no hay apuro porque no hay suficientes . Caray, que no dé la impresión de que nos venden una esperanza diferida.

Por todo esto, el Gobierno tiene que difundir ampliamente detalles de los planes de vacunación masiva, que tienen que incluir cientos de puntos de vacunación, muchos al aire libre y algunos para atender dentro de vehículos (así se ve en y ). Sino, la impresión de que andamos a paso de tortuga se va a apoderar de la población.

Pero que quede claro que aun cuando aceleremos la vacunación y no nos quedemos desabastecidos por ratos (revés que ya asola a Europa), debemos pasar buen tiempo en prevención intensiva. Por eso, el Gobierno tiene dos retos enormes: asegurar la vacunación y que la gente no se siga muriendo a pasto.

Ese segundo reto demanda esfuerzos que, me temo, se están descuidando por la llegada de las vacunas. Aún no vemos esas campañas intensas para que cale la necesidad y el sentido de las restricciones en la cabeza de los peruanos hartos. Todavía se ve mucha gente . Incluso se ve a amigos o grupos familiares extendidos movilizándose juntos en la llamada ‘cuarentena diferente’, lo que implica que no han entendido nada.

En estas semanas, más daño harán los que no se quieran cuidar que los que no se quieran vacunar. A estos últimos demorará en llegarles la tentación diabólica de la vacuna. Y cuando les llegue, apuesto a que su tribu fanática será diezmada por el antivirus.

* Lamento profundamente , quien se prodigó tanto en el Perú que me cuesta llamarlo de otra nacionalidad. A quienes nos brindó su amistad, nos compromete en la tarea de ponderar su legado en el teatro y en la cultura en general, pues Osvaldo no se quedó en el Teatro Marsano, sino que voló por otros campos, picó, opinó y provocó mucho, escribió un par de novelas y ha dejado un libro de memorias que será póstumo. Un fuerte abrazo a Chalo Gambino y a sus amigos.