Hay un rubro de la economía cuyo crecimiento no se ha desacelerado. No lo ves en cifras pero lo percibes, que es lo mismo. Si la inseguridad no te ha cogido a ti, de hecho tienes parientes o amigos vejados y extorsionados.
Sin embargo, tampoco se ha desacelerado la lucha contra el crimen. Por el contrario, ha cobrado, gracias al motor del Gobierno Central, un buen impulso: cayó César Álvarez como presunto capo de un cártel regional que lavaba los activos de la corrupción y del narcotráfico. Ese ejemplo se cierne sobre otras mafias regionales o asentadas en Lima. ¡Estamos contando los días para que caiga Rodolfo Orellana!
La ironía es que el Gobierno, enfrascado en una riña de perro y gato contra el Apra por la improbable inhabilitación de García, no atina a disparar contra él su mejor arma política y moral: sostener que su predecesor dejó crecer –con mayor brío que la economía– a estas mafias que hoy ellos sí combaten. Hasta dejó que se montara –es la tesis de la megacomisión de Tejada– un aparato para sacar a cabecillas de prisión.
Claro que si esta arma se dispara, el debate no será simple. Las cifras se leerán antojadizamente para mostrar que el crimen se disparó hoy más que ayer. El Apra relativizará los casos estudiados por la megacomisión para demostrar que no eran cabecillas. Pero basta que haya unos cuantos peces gordos (como los de la ‘Banda de los Nigerianos’ o Jorge Huanca Alvarado, el narco que aparece en el video donde Aurelio Pastor ofrece conmutar penas con ligereza) para que la opinión pública se convenza –como yo lo estoy– de que en el gobierno pasado hubo, por lo menos, desidia ante el crimen.
El nacionalismo tampoco es santo. Sobran pruebas de que en su campaña negoció y recibió aportes de mineros informales y hay muchos casos de corrupción en sus filas, pero lo realmente importante es que dé señales de lucha contra el crimen.
El Apra quizá replicará –golpeada pero sensata– que la población igual está aterrada y que los emprendedores de Alan son los extorsionados de Ollanta. Es cierto que esta terrible lacra que amenaza a pequeños y medianos empresarios ha llegado desde el norte a Lima durante este gobierno y no ha merecido una mínima respuesta política. Ollanta y Nadine están más concentrados en convencer a Manuel Pulgar Vidal para que allane al Minam al paquete pro gran empresa de Castilla que en dar un mensaje de confianza a los modestos comerciantes con la soga al cuello.
Quiero ver y oír un debate entre el Gobierno y la oposición sobre la inseguridad. Eso es mil veces más relevante que la discusión de los Luises (Castilla y Carranza) sobre el ritmo del crecimiento en una economía abierta. La inseguridad no está abierta al mundo, es un drama cerrado sobre nuestro sistema, con contribuciones de cárteles y sicarios vecinos, es cierto; pero con pleno dominio nacional de acopios, trasiegos, cupos y ajustes de cuentas.
La gran ironía que no da risa es que se desacelera el entusiasmo por lo que somos y se acelera el pulso por lo que podemos dejar de ser. Y los que tienen la sartén por el mango no atinan a disparar sus mejores armas. Y, al cierre de estas líneas, me entero de que Albán se va del Mininter. A capear otra crisis de seguridad. El pulso está a 100.