Semana Santa, Puno. Silvia Edith Calcín, asistió el 27 de marzo al Santuario de la Virgen de la Candelaria a escuchar misa. Se acercó a comulgar acompañada de su niño. El Obispo Jorge Carrión Pavlich murmuró “cuerpo de Cristo” y le dio la comunión a la madre. Repitió la acción con el niño. El muchacho, sabe Dios si por curiosidad o por travieso, se sacó la hostia de la boca y el cura se enfureció y le pegó tal jalada de orejas que el chico terminó en el médico legista con el lóbulo machucado y la autoestima magullada.
Los padres reclamaron furiosos, Carrión Pavlich se justificó argumentando que con el cuerpo de Cristo no se juega, y todo este lío acabó en los tribunales. Al Obispo de Puno la falta de paciencia le ha costado dos investigaciones (por contravención al menor y por faltas contra la persona) y de ser encontrado culpable, tendrá que pagar más de 3 mil soles y cumplir con trabajo comunitario
Mientras tanto, el debate se ha desatado en las calles y en las redes. Argumentos a favor y en contra buscan satanizar la acción del sacerdote o librarlo de toda culpa. Lo cierto es que, sin ser el caso más grave, resulta emblemático: el acusado es una autoridad respetada por su comunidad, se trata de un adulto que se siente con derecho a castigar a un niño físicamente y lo hace en un espacio público frente a mucha gente sin ruborizarse. Es decir, el obispo Carrión, quien inicialmente intentó justificar la agresión y hoy la niega, actuó como actúan miles de adultos en nuestro país: con la absoluta convicción de que golpear aun muchacho una manera de educarlo, de enseñarle valores.
Y esta aberrante filosofía, que se aplica en escuelas, hogares y altares está dejando cifras escalofriantes: según datos recientes del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) solo en este año se han registrado más de 12 mil denuncias por violencia infantil, esto es 50% más de los denunciados el año pasado. Si los padres siguen dando cachetadas, los curas jalando las orejas y los maestros pegando reglazos el 2016 cerrará con más de 14 mil denuncias y habremos alcanzado un nuevo récord vergonzoso.
En un país donde cada media hora alguien insulta o masacra a un niño. Donde ocho de cada diez niños declara haber sido maltratado en su hogar y más del 30% ha sufrido algún tipo de agresión sexual, bien harían las autoridades en controlar su ira. Y a los que creen que un jalón de orejas es una tontera sin importancia, les recomiendo que hagan el siguiente cálculo: un chico de 8 años pesa en promedio 30 kilos, un adulto como el Obispo Carrión debe superar los 80. Un adulto casi triplica el peso de una criatura. A ver pues qué sentiría el monseñor si un grandulón de casi 300 kilos le metiera un lapo o un jalón de orejas. A ver pues.