Parábola del obispo pegalón, por Patricia del Río
Parábola del obispo pegalón, por Patricia del Río

Semana Santa, Puno. Silvia Edith Calcín, asistió el 27 de marzo al Santuario de la Virgen de la Candelaria a escuchar misa. Se acercó a comulgar acompañada de su niño. El Obispo Jorge Carrión Pavlich murmuró “cuerpo de Cristo” y le dio la comunión a la madre. Repitió la acción con el niño.  El muchacho, sabe Dios si por curiosidad o por travieso, se sacó la hostia de la boca y el cura se enfureció y le pegó tal jalada de orejas que el chico terminó en el médico legista con el lóbulo machucado y la autoestima magullada. 

Los padres reclamaron furiosos, Carrión Pavlich se justificó argumentando que con el cuerpo de Cristo no se juega, y todo este lío acabó en los tribunales. Al Obispo de Puno la falta de paciencia le ha costado dos investigaciones (por contravención al menor y por faltas contra la persona) y de ser encontrado culpable, tendrá que pagar más de 3 mil soles y cumplir con trabajo comunitario

Mientras tanto, el debate se ha desatado en las calles y en las redes. Argumentos a favor y en contra buscan satanizar la acción del sacerdote o librarlo de toda culpa. Lo cierto es que, sin ser el caso más grave, resulta emblemático: el acusado es una autoridad respetada por su comunidad, se trata de un adulto que se siente con derecho a castigar a un niño físicamente  y lo hace en un espacio público frente a mucha gente sin ruborizarse. Es decir, el obispo Carrión, quien inicialmente intentó justificar la agresión y hoy la niega, actuó como actúan miles de adultos en nuestro país: con la absoluta convicción de que golpear aun muchacho una manera de educarlo, de enseñarle valores.

Y esta aberrante filosofía, que se aplica en escuelas, hogares y altares está dejando cifras escalofriantes: según datos recientes del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables (MIMP) solo en este año se  han registrado más de 12 mil denuncias por violencia infantil, esto es 50% más de los denunciados el año pasado. Si los padres siguen dando cachetadas, los curas jalando las orejas y los maestros pegando reglazos el 2016 cerrará con más de 14 mil denuncias y habremos alcanzado un nuevo récord vergonzoso.

En un país donde cada media hora alguien insulta o masacra a un niño. Donde ocho de cada diez niños declara haber sido maltratado en su hogar y más del 30% ha sufrido algún tipo de agresión sexual, bien harían las autoridades en controlar su ira. Y a los que creen que un jalón de orejas es una tontera sin importancia, les recomiendo que hagan el siguiente cálculo: un chico de 8 años pesa en promedio 30 kilos, un adulto como el Obispo Carrión debe superar los 80. Un adulto casi triplica el peso de una criatura. A ver pues qué sentiría el monseñor si un grandulón de casi 300 kilos le metiera un lapo o un jalón de orejas. A ver pues.