Haber nacido en un sector pobre no garantiza que la lucha contra este problema sea efectiva. El ex presidente Toledo dijo muchas veces que él era un error estadístico y enfatizaba las pocas posibilidades que tienen los pobres de un futuro medianamente aceptable. En su gobierno la economía no permitía una aproximación a este fenómeno tan urgente de resolver en nuestro país y tan lacerante éticamente hablando.
La administración de Toledo creó Juntos, réplica del programa social que impulsó México y que se ha extendido en muchos países. El gobierno aprista continuó la iniciativa, pero los pocos interesados insistimos en tener una línea de base para saber de dónde partíamos y cuánto progresábamos. El programa Sembrando, de Pilar Nores, lo tenía. Se avanzó y finalmente se pudo reducir cuatro puntos por año esta desigualdad inaceptable y también significativamente la anemia infantil.
Aprendimos que el gasto social tiene que estar focalizado y seguido con cuidado. No basta que el titular del portafolio en cuestión venga de una familia que estuvo en pobreza. Se requiere una atención minuciosa, obsesiva donde vemos las caras de niños desnutridos y compatriotas sin luz, ni agua, con poca educación y sin oportunidades.
Por eso resulta inaceptable el cargamontón ministerial y presidencial contra el ex ministro Luis Carranza por lo expresado en una entrevista. El rapapolvo fue desde que sus críticas no tienen sustento (cosa risible) hasta que es... tarararán ¡aprista!, además de asalariado del Apra. Que el presidente Humala diga que sus reflexiones son una barbaridad porque no soporta la crítica sana resultan una barbaridad al cubo.
No repetiremos las importantísimas, vitales cifras del descenso en las vacunas, tampoco lo diminuto de la reducción de la pobreza y el estancamiento de la desnutrición infantil, menos el gravísimo hecho de que no haya evaluación aún de los programas sociales, según la propia titular del Midis.
La política contra la pobreza la pagamos con nuestros impuestos, entonces todos pueden opinar y debería ser una obligación cívica si queremos ser un país cohesionado. Debatamos y ventilemos las cifras, en esta realidad no hay coto nacionalista, aprista, toledista y nadie descubrió la pólvora. Menos aún cuando este gobierno ha tenido el dinero suficiente para que el combate contra la pobreza sea radical.
Ha surgido una peregrina confusión en el régimen nacionalista, resulta que las cifras no son todo. Lo dijo el presidente equivocadamente en dos oportunidades ya: el crecimiento económico no resuelve los problemas del país y lo repiten algunos de sus ministros. Cómo seguir destinando dos mil millones de dólares anuales a los programas sociales si no crecemos, ¿vendrán del mango?
Paradójico, desde las antípodas escuchamos a Alan García despreciar, erróneamente también, la tremebunda inflación que vivíamos y su febril decisión de rebelarnos contra los organismos multinacionales. Ahora, el enemigo íntimo de García enarbola, con poco realismo, que el crecimiento económico no es todo. Cuando la cruda realidad lo señala: sin crecimiento no hay empleo ni inversión y menos confianza.
La economía es confianza y se basa en números, evaluaciones, seguimiento. A Luis Carranza le cayó la quincha. Como para exclamar: ¡no mojen que no hay quien planche!