30 de mayo del 2014. La actriz Magaly Solier se dirigía en el Metropolitano a RPP para una entrevista sobre su carrera artística. En el bus un hombre se bajó los pantalones y empezó a masturbarse prácticamente encima de ella. Solier le metió una cachetada, le gritó, el tipo huyó. Magaly hizo la denuncia ante la policía, se ubicó al masturbador, se lo identificó como Daniel Durand Tenazoa, 39 años, reincidente en el asqueroso acto de masturbarse contra mujeres en el transporte público. La actriz lo denunció penalmente y un año después, la jueza que veía el caso lo archivó señalando que la denuncia debió ir acompañada de pruebas, de testigos, porque la palabra de una mujer agredida por un hombre con antecedentes no vale nada. Porque no basta con que a una la humillen y la hagan pasar un rato asqueroso en un lugar público, sino que, además, hay que procurar que otros presencien la asquerosidad o tal vez hay que guardar el jean manchado de semen ajeno para que nos crean, para que no asuman que estamos mintiendo. Que somos unas zorras malvadas capaces de inventar ese tipo de historias para fastidiar a los hombres.
6 de mayo del 2015. Una amiga muy querida consigue su divorcio y por fin está apta nuevamente para casarse con un hombre maravilloso. Todo es felicidad, se acercan juntos al municipio para averiguar los trámites para la nueva unión y a ella le exigen un requisito inverosímil: como no tiene más de 300 días de divorciada necesita un certificado de embarazo negativo. Es decir, y presten atención que es alucinante, ella tiene que demostrarle a su nueva pareja que no está embarazada de su ex marido con el que por supuesto no convive hace muchos años. ¿Por qué? Porque la ley asume que las mujeres queremos encajarle a los hombres hijos que no corresponden. Nuestra palabra no cuenta porque somos unos seres horrendos que vamos por el mundo mintiendo y confabulando contra nuestros pobres compañeros, a los que, por supuesto, no se les exige prueba de nada.
13 de mayo del 2015. La comunicadora, ex vedette, escritora Mónica Cabrejos denuncia haber salido embarazada de un famoso escritor que al enterarse de la noticia la abandonó. Según la versión del involucrado, Iván Thays, las cosas no ocurrieron de ese modo y él sí quiso hacerse cargo de la criatura ; sin embargo, más allá de quién tenga la razón y cómo se resuelva este tema privado, ni bien Mónica Cabrejos lanzó la denuncia o confesión, aparecieron hordas en las redes para acusarla de aprovechada, de escandalosa, de resbalosa. A nadie parecía importarle mucho si su historia es cierta o no (que repito debe confrontarse con la del escritor Thays que también merece ser escuchado), de frente la descalificaron porque en el imaginario machista de nuestro país una mujer de su perfil no puede ser víctima de un abandono por embarazo. A una “jugadoraza” como la Cabrejos nadie la engaña. A la chica insolente de las tangas nadie la abandona pues es ella la que ha urdido todo a propósito. Y con este discurso tan prejuicioso, tan reduccionista quedó sentenciada una mujer más.
¿Complicado, no? En pleno siglo XXI, vayamos enterándonos, chicas, cuando de sexo o amor se trata, las mujeres somos sospechosas de mentir, de inventar. Nuestra palabra no vale nada porque somos todas unas zorras. Porque somos todas putas.