Rolando Arellano C.

El fin del mandato del presidente debe dejar enseñanzas a todos aquellos que soñaron, y tal vez sigan soñando, con llegar al gobierno a través de candidaturas rápidas e improvisadas. Quizás estas sean las principales:

1. No basta con ser elegido. Llegar a la presidencia no asegura ejercerla por el período previsto y, más bien, es el comienzo de la tarea de mantenerse en ella. Quien sea elegido solo por ¿la suerte? de haber sido el menos malo de muchos candidatos, y no por el voto de una mayoría de ciudadanos convencidos por sus ideas y dispuestos a ayudarlo y defenderlo, vivirá la pesadilla de tener diariamente un mandato amenazado. Más aún, si no logró llevar un grupo consistente y numeroso al Congreso, su capacidad de acción se reducirá a casi nada.

2. No basta con considerarse capaz. Uno de los problemas de la mente humana es que es casi imposible que alguien no crea ser inteligente, pero para gobernar se necesita formación y experiencia, y no solo la sensación de que sí se puede. De hecho, si bien al comienzo los elegidos creen tener mucho poder, pronto ven que su tarea es muy pesada y que, más que mandar, es una especie de jaula dorada donde deben, sobre todo, obedecer.

3. No basta con tener buenas intenciones. Las necesidades del gobierno son muy amplias y más que un individuo precisa de un equipo grande, capaz y comprometido. Es cierto que quien gane una elección tendrá a muchas personas ofreciéndole ayuda, pero no actuarán cohesionadas y no todas serán capaces ni honestas. Peor si para postular aceptó candidatear por un partido sin respaldo moral, verá que nada es gratis y deberá pagar la hipoteca que este le exigirá por su apoyo.

4. No basta con parecer honrado o creerse muy listo. Si por azar gana ocultando datos de un pasado sucio, este saldrá a la luz ineluctablemente. Peor aún, cada paso que dé será escudriñado por una red de 33 millones de periodistas y jueces. Y aunque se le presenten muchas oportunidades oscuras, le será imposible aprovecharlas y pasar desapercibido, pues incluso acciones “inocentes” como contratar a un sobrino o pasear a la familia en el avión presidencial se vuelven graves para quien administra el dinero del pueblo.

En fin, aquellos que sientan que hoy llegó su oportunidad (¿por qué yo no, si Castillo lo hizo?) deben considerar que el poder tiene grandes costos y que, por su bien y el del país, lo mejor es que lo piensen mucho, se preparen para el futuro y apoyen a quienes realmente estén preparados. Y, sobre todo, no olviden que los improvisados terminan mal, como lo vemos en nuestros expresidentes que quizás hubieran deseado recibir este consejo en su momento. Les deseo una buena semana.

Rolando Arellano C. es CEO Arellano Consultoría para Crecer

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