Enfermos de COVID-19 respiran con la ayuda de oxígeno en el hospital regional de Iquitos. (Foto: Ginebra Peña/AFP).
Enfermos de COVID-19 respiran con la ayuda de oxígeno en el hospital regional de Iquitos. (Foto: Ginebra Peña/AFP).
/ GINEBRA PENA
Patricia del Río

Inhalar, exhalar. Ejercicio fundamental para mantener la calma. Para poder enfocarnos en el presente y calmar la ansiedad. ¿Cómo alcanzar el sosiego cuando el cuerpo ya no atrapa el aire? ¿Cómo apelar a la tranquilidad cuando un sistema de salud es incapaz de ofrecerle a los ciudadanos algo tan elemental como una bombona verde, que significa el pasadizo entre la vida y la muerte? Una mujer en Juanjui grita desesperada por un balón de oxígeno ante la mirada ya ni siquiera compasiva, sino vacía, de quienes esperan estar en pocas horas en la misma condición. Unas enfermeras claman por oxígeno en Tarapoto para salvar a bebes prematuros, que llegaron antes de tiempo a este inhóspito mundo. Imposible olvidar la imagen de una de ellas prendida de un ventilador manual tratando de darle vida a esa vida que se esfuma. Inadmisible presenciar a los pacientes del hospital Loayza, arrodillarse ante el ministro de Salud, rogando por que salve a sus familiares, que esperan atención en una silla de ruedas bajo la llovizna helada del invierno.

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