Una de las figuras más efectivas que tiene el economista para explicar por qué sube o baja algún precio es la comparación con las dos cuchillas de las tijeras. Una cuchilla representa la demanda, otra la oferta. Por sí sola, ninguna de ellas determina el precio. Para explicarlo, es necesario tomar en cuenta las dos cuchillas, y cómo interactúan. Recordaba esa figura mientras leía el nuevo estudio del economista Efraín Gonzales de Olarte, “Una economía incompleta, Perú 1950-2007”.
Desde hace varias décadas las explicaciones de nuestro subdesarrollo se han remitido a identificar diversas deficiencias nacionales relacionadas con la capacidad de oferta, como la educación, el ahorro, la confianza interpersonal y la deficiente gestión del Estado. Gonzales se preocupa, más bien, de identificar como causa del subdesarrollo una deficiencia no de oferta sino de demanda. El camino exploratorio que sigue consiste en zambullirse en los detalles del teje y maneje de la producción.
El instrumento que usa son las tablas de insumo-producto, contabilidad inventada hace ochenta años por el economista ruso Wassily Leontief. El autor rescata las varias tablas de insumo-producto calculadas para el Perú desde los años sesenta, y la presentación de esos resultados estadísticos ocupa la mayor parte de su libro. Lo que descubre, primero, es que mayormente cada sector y región baila con pañuelo propio, y segundo, que esa característica es de larga data y tiene pocos signos de cambio. El bajo nivel de integración productiva viene a ser lo que el libro denomina una “economía incompleta”, la que explicaría dos de las grandes limitaciones nacionales, la falta de dinamismo económico y la persistencia de la desigualdad. Según Gonzales, una forma de mejorar el desempeño nacional consistiría en crear más integración productiva dentro del país. Así, cada sector y región se volvería una fuente de demanda para la producción de otros sectores y regiones.
El argumento viene a ser un regreso a las ideas originales de la teoría del crecimiento económico. Las ideas de los economistas pioneros, como Paul Rosenstein-Rodan y Albert Hirschman, buscaban principalmente estimular la demanda, el primero en base a la coordinación de inversiones para lograr un crecimiento balanceado, y el segundo a través de las vinculaciones entre actividades para que cada inversión se vuelva un estímulo para otras inversiones. Sin embargo, esas ideas originales basadas en la demanda fueron reemplazadas luego por propuestas centradas más bien en la capacidad de oferta, en especial por el descubrimiento de la importancia de la tecnología, del conocimiento y de la competitividad. Hoy, el péndulo teórico ha empezado a volver hacia los temas de demanda, como se aprecia en el estudio de Gonzales y en otros planteamientos que enfatizan los detalles de la estructura productiva, en particular la diversificación. Pero, al final, el crecimiento será un resultado de la interacción de las dos cuchillas de las tijeras, tanto de mejorar la capacidad de oferta como de potenciar la demanda.