Rodrigo Cruz

La principal defensa, y quizá la única, que tiene el de frente a las serias denuncias de corrupción es que no existe una prueba directa que vincule al mandatario con el pago de un soborno. “Son solo dichos”, es lo que repiten el presidente y sus voceros como una salida efectista y desvergonzada a lo que cada vez es más evidente. Se trata de una postura que, a medida que pasan los días, se va quedando sin piso. Ello explica tal vez los manotazos de ahogado que vienen dando. Por ejemplo, la cuestión de confianza y los cambios ministeriales.

De lo que sí no hay dudas es del entorno corrupto del jefe del Estado desde que llegó a Palacio de Gobierno. Al igual que Karelim López, Zamir Villaverde, Beder Camacho, Bruno Pacheco, Fermín Silva y Hugo Espino Lucana, ahora se ha sumado el testimonio de la empresaria Sada Goray, quien, así como los antes mencionados, que en su momento vieron en este gobierno una oportunidad, también ha decidido romper su silencio y colaborar con la justicia (desde el mes pasado que ha decidido someterse a la colaboración eficaz ante el equipo especial de la fiscalía que dirige la fiscal superior Marita Barreto y ha entregado las evidencias que tiene sobre los S/4 millones que le entregó a Salatiel Marrufo).

No es casual que exista esta cantidad de personas (solo por mencionar a los que se conocen públicamente) que han reconocido que formaron parte de un esquema de corrupción (cada uno en un sector diferente) con los integrantes del núcleo duro de este gobierno. Son gente que reconocen que cometieron delitos y desean acceder a un beneficio legal –como evitar la cárcel, por ejemplo–, pero que a cambio están en la obligación de acreditar ante la fiscalía cada palabra de lo que dicen.

De manera que no estamos ante denuncias aisladas, sino ante una forma establecida (y lamentablemente muy recurrente en este país contaminado de corrupción) de aprovecharse sin ningún pudor de los recursos públicos. ¿Cómo es que el presidente no tuvo conocimiento de lo que pasaba ante sus narices? Por eso, una defensa como la del “son solo dichos” tiene los días contados en la medida en que se sumen más arrepentidos como colaboradores eficaces.

El problema es que en la orilla del frente existen congresistas y políticos igual de sinvergüenzas, que antes de buscar una salida a la crisis apuestan por la estabilidad de sus bolsillos. Haciendo de esta coyuntura una normalidad nauseabunda. Pero esa es otra discusión. Lo que tenemos aquí es a un presidente que decidió rodearse de corruptos y de eso a ser un corrupto hay un solo paso. Será cuestión de tiempo para que se sepa todo lo que en verdad pasó. Esto, en el ámbito judicial. Lo lamentable es que nada asegura que la crisis política se vaya a terminar.

Rodrigo Cruz es periodista

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