En estos últimos días nos hemos enterado más sobre la trama de pagos de sobornos que hubo en el sector Vivienda a los pocos días que empezó el gobierno de Pedro Castillo. No es un caso menor y es importante que esto no se pierda de vista: se trata, hasta el momento, del principal caso de corrupción que provocó la caída del hoy preso exmandatario. Si bien es necesario que se conozcan todas las piezas en una investigación (saber, por ejemplo, quiénes más estuvieron involucrados) y cuánto de ello significó un perjuicio para el Estado, también es importante que no pase a un segundo plano hasta qué nivel se llegó. Es decir, saber cuál fue la ruta del dinero.
Cuando hablamos de esta trama corrupta en el sector Vivienda, a fin de cuentas, hablamos de que aquí hubo entregas directas de fondos ilícitos a un presidente de la República en ejercicio. Los principales actos corruptos ya están más o menos claros: contamos con el testimonio y la admisión de culpa de la financista e instigadora (Sada Goray), el funcionario corrupto (Salatiel Marrufo) y los intermediarios (Mauricio Fernandini y Pilar Tijero). Solo por citar los nombres más sonados. Goray, Marrufo y Tijero se han acogido a la colaboración eficaz. Fernandini, a la confesión sincera. Pero en esta trama falta un personaje central que desde su celda en Castro Castro toma nota de estos sucesos: Geiner Alvarado.
La declaración del exministro de Vivienda, Construcción y Saneamiento de Castillo (y, por un tiempo breve, también reemplazo del prófugo Juan Silva en la cartera de Transportes y Comunicaciones) es el eslabón que falta para cerrar esta historia. Su confesión es crucial. Recordemos que Marrufo ha dicho que con él coordinaba los pagos mensuales a Castillo que venían a cuenta de Goray y las obras dadas a un determinado número de congresistas de la República a cambio de sus votos. Y muchas cosas más: por ejemplo, cómo se gestó el ya famoso decreto de urgencia 102 y quiénes fueron sus beneficiarios finales detrás de todas las obras que se entregaron.
Antes de que entrara a la cárcel, Alvarado intentó negociar una colaboración eficaz. Hoy, con más de dos meses recluido en un penal (y, más aún, viendo cómo su exasesor principal ya dejó la prisión y las declaraciones que se han ido conociendo), esta posibilidad regresa. Dicho esto, la versión del exministro inamovible de Castillo es la más importante. Aclarará las dudas sobre hasta qué punto llegó esta trama de corrupción en el sector Vivienda y cómo se sobornaba mensualmente a un jefe del Estado en ejercicio, que luego tuvo la desfachatez de dar un golpe de Estado al verse acorralado por los testimonios de los exmiembros de su círculo de confianza.