¿Has conocido a alguna pareja que discuta por todo? Aquella dupla que simplemente no puede ponerse de acuerdo en nada. Seguro que sí; abundan como cana en cabeza de viejo. En esta columna te presentaré a aquella pareja que parece estar destinada a nunca coincidir en ningún ideal, ya que prácticamente sus objetivos no pueden convivir.
Hablamos del “desarrollo” y de la “preservación ambiental”. La discusión de pareja más reciente que tuvieron estos individuos fue por el proyecto Vía Expresa Santa Rosa, una ruta que promete conectar la Costa Verde con el nuevo terminal del aeropuerto Jorge Chávez. ¡Hasta suena increíble! “Desarrollo” le comparte esta iniciativa que tiene a su cónyuge, pero “Preservación” niega con todo su ser al explicar que, de realizarse tal obra, 1.300 árboles serían afectados.
Lo cierto es que este problemático dúo vive dentro de todos. Sin embargo, algunos se inclinan más por el desarrollo y otros, por la preservación. Pero, mientras en la cocina mamá y papá discuten, su hija “Sostenibilidad”, la que ha adoptado lo bueno de cada uno, se encuentra con la cabeza hacia abajo en su cama, temiendo por el futuro.
Ante esto, el equipo de Desarrollo comenta que “ya era hora”, “por fin tendremos una nueva vía”, “estupendo, habrá menos tráfico”. En paralelo, los de Preservación se pronuncian totalmente en contra, argumentando que algunos de los árboles alcanzan los 70 años y ayudan a regular la temperatura del ambiente, así como a cumplir el rol de capturar CO2. En esa línea, el equipo de Desarrollo los tilda de enemigos del progreso y demás adjetivos que critican su empatía.
Este es solo un ejemplo, pero situaciones como esta y más graves se presentan a diario. Entonces, surge la cuestión: ¿habrá alguna forma de que realmente se encuentre un equilibrio entre los deseos del desarrollo y la preservación ambiental?
Por este motivo, es indispensable crear espacios de debate entre ambas perspectivas. Solo exponiendo puntos de vista contrarios con la intención de encontrar un consenso se hallará una solución personalizada para cada caso.
El problema está en que muchos de estos inconvenientes se asemejan mucho a una discusión de pareja, en las que se mezclan el ego de los protagonistas con la pugna por tener la razón. Dejemos de tratar a la sostenibilidad como el hijo pequeño que solo tiene conceptos idealizados y no aterrizados. Veámosla como un camino razonable que requiere de compromiso para poder recorrerlo.