Cuando hablamos de producción científica, lo primero que se nos viene a la mente es un profesional altamente especializado encerrado en un amplio laboratorio y rodeado de sofisticados instrumentos tecnológicos; sin embargo, la realidad es muy distinta.
El autor de muchos de los artículos científicos publicados hoy en día en el campo de la medicina –y, por ende, el responsable del incremento considerable de la producción científica en el ámbito nacional– es probablemente un joven estudiante de pregrado que solo posee como experiencia unas horas de prácticas hospitalarias, como laboratorio un pequeño cubil en la biblioteca de su facultad y como materiales una vieja laptop.
En el Perú, ha surgido un crecimiento exponencial en el número de artículos publicados en el campo de la medicina, muchos de ellos incluso indexados en prestigiosas bases de datos como Scopus o Web of Science. Este aumento se debe probablemente a determinantes externos que favorecen la producción, a entidades como la Sunedu, que exige la aprobación de un trabajo de investigación para la obtención del grado de bachiller, o la Universidad Ricardo Palma, que posee un instituto, el Instituto de Investigaciones en Ciencias Biomédicas (Incib), que promueve la investigación entre los alumnos brindándoles asesoría en cualquier momento de su formación académica y financiando proyectos de investigación.
Empecé en el campo de la investigación por mi cuenta, sin ninguna asesoría, y tardé nueve meses en terminar y publicar mi primer artículo. Pero desde que recibo asesoría de mi universidad mejoré e incrementé tanto mi producción que en menos de dos años logré convertirme en investigadora Renacyt del nivel VII. Sin embargo, en mi corta estancia en el mundo de la investigación, he notado que muchos de los estudiantes se encuentran muy enfocados en la redacción de los artículos científicos, pero olvidan centrarse también en la calidad de estos. Seleccionan temas por la facilidad de la obtención de datos o la rapidez de la aprobación del comité de ética en lugar de elegir uno que realmente los apasione.
Debemos recobrar ese amor por el saber y la búsqueda de ayuda al prójimo mediante la investigación al igual que lo hicieron los grandes investigadores de antaño, como el gran Daniel Alcides Carrión.