Fernanda Pacho Silva

Todos en algún momento hemos conocido a alguien que, en busca de mejores oportunidades en la capital, abandonó su lugar de nacimiento. Estas personas, conocidas coloquialmente como “foráneos”, tal vez no sean ajenas al lector o quizás este sea uno de ellos. La migración a Lima conlleva, sin duda, una amplia gama de oportunidades para estudiantes preuniversitarios, universitarios y egresados, especialmente en términos académicos y laborales. Según el INEI (2020), la capital, como epicentro económico y cultural del país, albergó al 29,7% de la población nacional, de la que el 68,4% es parte de la población económicamente activa. Esta concentración de recursos y oportunidades no solo es un fenómeno peruano, sino que también ha alcanzado niveles alarmantes para la eficiencia y equidad regional en otros países latinoamericanos (Calderón, 2016).

Ilustración: Giovanni Tazza
Ilustración: Giovanni Tazza

Gracias a las inversiones en educación superior y oportunidades laborales, se ha generado un círculo virtuoso y competitivo en Lima, que resulta atractivo para jóvenes de otras regiones. Actualmente, el resto de las ciudades tiene el desafío de retener su talento joven y buscar que el desempeño de estos profesionales connote un impacto positivo en su región. Por lo tanto, es esencial crear mecanismos e incentivos para que los jóvenes vean en su entorno local el potencial para llevar a cabo sus proyectos de vida.

A mediano plazo, por un lado, una política clave es invertir en el capital humano. Fortalecer a las universidades públicas mediante la correcta ejecución del presupuesto que permita ofrecer una diversa oferta académica, crear redes de contactos y atraer a personal administrativo y docente altamente capacitado.

Por otro lado, es menester redinamizar el tejido empresarial en las economías regionales. Los gobiernos regionales podrían mejorar el escenario para los inversionistas, liderando la solución de los conflictos político-sociales y abogando por la transparencia y la formalidad.

Abordar esta problemática exigirá no solo medidas en el ámbito local y de las propias universidades, sino también un esfuerzo conjunto entre los actores públicos, privados y los jóvenes.

Fernanda Pacho Silva es estudiante de Derecho de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa

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