Las frases que pronunció el presidente Kuczynski en su ya legendario mensaje prenavideño siguen resonando en los oídos de la ciudadanía y provocando debate entre sus intérpretes. Una de esas sentencias, sin embargo, causó particular conmoción en esta pequeña columna. “No nos dejemos intimidar por las amenazas, por los opinólogos, por los que no tuvieron participación y estuvieron a la distancia diciendo ‘te bendecimos’ o no. A esos no los queremos”, dictaminó el mandatario. Y, de primera impresión, alguien podría pensar que se estaba refiriendo a sus actuales ministros Carlos Basombrío o Jorge Nieto, que calzan perfectamente en la descripción. Pero vaya uno a saber, porque desde la cima del poder –dicen– todo se ve distinto.
ORÁCULO VERNÁCULO
Lo que resulta claro, en todo caso, es que eso de ‘opinólogos’ quiere ser despectivo y equivale a ‘especialistas en nada’. Tal era por lo menos el sentido con el que utilizaba el término el ex presidente Humala, y todo indica que es también el sentido que le otorga ahora su esforzado sucesor.
Abrumados por las implicancias de esa imputación, decidimos entonces enraizar por una vez nuestro comentario en algún saber que trascendiese el territorio incierto de los pareceres. Y como el tema elegido era el de los pronósticos para el próximo año, recurrimos al tarot.
Tarots, no obstante, hay muchos. Existen el egipcio, el de Marsella, el celta, el gitano… Y, aunque pocos lo saben, existe también uno peruano. Se lo conoce como ‘el chosicano’, porque fue inventado por una pitonisa de ese origen (‘Madame Pacheco’ es el nombre con el que la tradición la recuerda), y presenta ingeniosas adaptaciones criollas de los arcanos mayores de la paradigmática baraja adivinatoria. Nos pareció lógico, en consecuencia, acogernos a esa versión vernácula del oráculo.
Echamos por fin las cartas preguntando por el destino que aguardaba a nuestra patria en el año que viene y tres imágenes turbadoras aparecieron sobre la mesa: ‘El pastrulo’ (traducción peruana de ‘El loco’ o ‘El tonto’), ‘El mototaxi’ (sucedáneo de ‘El carro’) y ‘El aguja’ (‘El ahorcado’).
¿Qué quieren decir esas tres fi guras desplegadas en ese orden? Pues la bibliografía disponible sugiere que nos hablan de un personaje que de alguna manera representa a la nación pero de una forma más bien patosa y que, mientras se desplaza sin saber si avanza o retrocede y apoyándose en un bastón, es amenazado por una fuerza arrolladora y determinada a imponer condiciones que ya se le irán ocurriendo en el camino, pero, eso sí, muy drásticas y terminantes. ¿El resultado? Una angustia económica generalizada que se extiende peligrosamente en el tiempo y puede signar también la suerte del 2018.
¿Quién es el juglar doblado sobre el cayado? ¿Quién pilotea el petardo rodante? ¿A quiénes perjudicará la era de vacas flacas que se avecina? El mensaje que nos transmite el tarot chosicano es, como suele ocurrir en el lenguaje de los símbolos, equívoco y confuso. Pero, sin duda, amenazante… Y así, terminamos cayendo en el tipo de contenido del que tan afanosamente habíamos tratado de apartarnos al principio de este comentario y persuadidos de que al destino, efectivamente, no lo cambia ni el más bravo. Pero a veces, dejémonos de cosas, por lo menos vale la pena intentar.
Esta columna fue publicada el 31 de diciembre del 2016 en la revista Somos.