César Acuña y Julio Guzmán pueden procesar lo ocurrido esta semana con sus candidaturas del modo que prefieran. El primero, por ejemplo, podrá decir que su eliminación no es una derrota (así como su tesis para la Complutense no fue un plagio) y el segundo, presentar al Jurado Nacional de Elecciones (JNE) un recurso extraordinario. Pero lo más probable es que nada realmente extraordinario suceda y pasado mañana o la próxima semana continúen tan eliminados de la carrera electoral como ahora.
En consecuencia, ha quedado ya sobre la mesa cerca de un 20% de la intención de voto para el 10 de abril, que todos los otros postulantes a la presidencia han comenzado a mirar con codicia urticante pero disimulada. Porque eso de apetecer los despojos de los recién finados, ya se sabe, da mal aspecto.
Hacha y trinche
De entre los potenciales beneficiarios de tales untos, el que quizás haya expresado la idea de forma más elocuente ha sido Alan García. “No hay que apresurarse a estar pidiendo los votos de esos dos candidatos; eso me parece de muy mal gusto”, ha dicho con una aspiración de decoro. Y, aunque no lo haya mencionado, es evidente también que no se puede de improviso tratar como iluminaciones las propuestas e iniciativas de unos competidores que hasta antes de ayer no más eran presentados por el interesado como un par de aventureros sin norte.
Sin embargo, como el calendario apremia y las encuestas no ayudan, García no pudo evitar en ese momento la tentación de las primicias expuestas y con las mismas empezó a pellizcarlas. Hay que “estudiar cuáles eran los deseos, las propuestas o los sueños de las personas que apostaban por ellos y ver de qué manera se incorporan” [a la propia oferta electoral], señaló. Y por un instante pareció que estaba a punto de alzar los brazos y ensayar esa levantadita de pesas imaginaria que Guzmán ‘viralizó’ como gesto de campaña desde que superó en los sondeos a Toledo y, tras beber aparentemente su sangre, dijo que había tumbado un dinosaurio.
Alan, no obstante, no va a ser el único comensal en el banquete que se viene. De seguro vamos a ver en estos días a Kuczynski, a Barnechea, a Verónika Mendoza y acaso hasta a Keiko Fujimori descubriendo también similitudes y pasmosas coincidencias entre lo que los candidatos retirados representaban y lo que ellos quieren para el país. Es decir, tratando de hacer lucir como una experiencia gourmet el clásico ritual caníbal que, en algunos territorios salvajes como el de la política, sucede al abatimiento de un enemigo.
En el caso de Acuña tendrán que ser desde luego muy cuidadosos, porque de su intención de voto queda ya muy poco y cualquier resto puede estar envenenado. Pero en lo que concierne a Guzmán, los vamos a ver sin duda acometer las enjundias con hacha de cocina y trinche, porque él se había alimentado evidentemente con unas fantasías de juventud y renovación que a todos los demás les habían sido esquivas.
¡Hmmm!
En ese sentido, con toda probabilidad, seremos testigos de exaltaciones sobre las virtudes que adornan la adolescencia de los bosques de parte de todos los postulantes sobrevivientes. Pero sobre todo será particularmente interesante ver cómo reorientan ahora García y PPK las campañas espanta-mocosos (“Alan - Experiencia” y “Se acabó el recreo”, respectivamente) que habían diseñado precisamente para sacarse de encima al ‘pulpín’ morado que amenazaba con jubilarlos. Y observar, claro, también el teatro a lo Gastón Acurio (¡Hmmm!) que tendrán que montar a la carrera para persuadirnos de que, de pronto, han encontrado su cadáver exquisito.