Mario Ghibellini

En setiembre del año pasado el premier Otárola y el ministro de Economía Alex Contreras fueron muy claros a propósito de la imposibilidad de seguir dilapidando recursos fiscales en . “No se le va a dar ningún dinero adicional a Petro-Perú para financiar lo que allí se está pidiendo, porque la decisión del Estado es orientar estos fondos a la atención de El Niño”, dijo entonces con respecto a un enésimo rescate financiero que acababa de solicitar el insaciable monstruo deficitario. Y, para no ser menos, proclamó también por aquellos días: “No hay espacio para capitalizar a Petro-Perú”. Por si eso no fuera suficiente, casi dos meses después, durante su presentación en CADE 2023, Otárola le añadió decibeles a su drástica posición original y sentenció: “Creemos que esta empresa ha cumplido un ciclo económico en el país y, desde el punto de vista económico-financiero, no va a ser posible seguir financiando el déficit”. Con el correr de las semanas, sin embargo, la ronca voz de los ministros se adelgazó hasta la afonía, para volver ahora convertida en una meliflua manifestación de duda que promete contradicciones plañideras.

(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa).

–Chorro a chorro–

No vamos a detenernos aquí en la descripción de cómo Petro-Perú nos viene aplicando a todos los peruanos que pagamos impuestos una variante del “gota a gota” que tendríamos que denominar “chorro a chorro”, ni en la explicación de por qué la tendría que ser considerada el monumento a “El contribuyente que llora”. La información al respecto abunda actualmente en los medios y, para ejercicios ociosos, ahí están los congresistas.

Lo que queremos poner en evidencia en esta pequeña columna es, más bien, el pasito a lo Michael Jackson que están por ejecutar los ministros antes mencionados y demandar que esa coquetería coreográfica venga acompañada de las consecuencias políticas que corresponden. Porque andar ofreciéndole a la ciudadanía rigores fiscales que luego se dejan de lado con una risita nerviosa o, como suponemos que sucederá en este caso, con lamentos acerca del pesado costo que echaría sobre los hombros de la patria hacer lo que se había anunciado, no es cualquier cosa. Es un despropósito que tendría que pagarse con la remoción del fajín y una rápida desaparición de la escena pública.

Alguien podría argumentar en este punto que la marcha atrás que nos tememos todavía no se ha concretado, pero la verdad es que, por los síntomas que presentan los implicados, no es difícil de vaticinar. Examinemos, si no, las últimas declaraciones de Otárola y Contreras sobre la materia que nos ocupa. Días atrás, tras recordar que Petro-Perú es una “empresa importante”, : “Estamos evaluando [la posibilidad de conceder el rescate]; la presidenta ha conformado un grupo de trabajo que va a tomar la decisión que se tenga que tomar”. Una fórmula en la que el afán de soplarles la pluma a otros es evidente, pues la que ha conformado el grupo de trabajo es la presidenta y los que van a tomar “la decisión que se tenga que tomar” son los integrantes del grupo en cuestión. Él, al parecer, no tiene responsabilidad alguna en el asunto y lo que afirmó originalmente sobre no darle “ningún dinero adicional a Petro-Perú” fue seguramente un arranque emotivo, como el de aseverar en su momento que existía un “plan Boluarte” contra la inseguridad.

El titular de Economía, por su parte, ha señalado: “Esta es una decisión que se tiene que tomar en el Consejo de Ministros y, como MEF, evaluaremos los escenarios posibles y los elevaremos al Consejo de Ministros para tomar una decisión pensando en el Perú”. Cuando dijo lo que dijo antes, hay que suponer, estaba pensando en Islandia… “Los detalles específicos yo los prefiero dar la próxima semana con la transparencia que me caracteriza”, agregó Contreras sin reírse.

¿Qué es lo que viene a continuación? Pues, a no dudarlo, la comunicación doliente de las conclusiones a las que ha llegado el borroso grupo de trabajo montado para la ocasión. Con el ceño fruncido de indignación y severas advertencias de que esta sí que será la última vez, los dignos integrantes del Gabinete de los que venimos hablando entrarán en perfecta contradicción con sus arengas anteriores y nos contarán que el rescate es inevitable. Lo que han hecho en estos días, por si alguien no se ha dado cuenta, es simplemente aplicarnos anestesia: preparar nuestra maltrecha humanidad para el sablazo que se nos viene.


–Hermanos de floro–

Apostamos doble contra sencillo a que estos impenitentes cultores del género florido nos van a cantar pronto un yaraví, un triste, un ‘blues’ si se quiere. Pero ninguna nota melancólica tendría que distraernos de lo esencial. Esto es, del hecho de que a ningún ministro de Estado debería permitírsele faltar a su palabra y retener el cargo. Y esta versión criolla de los “Blues Brothers” (“Hermanos Caradura”, en la traducción que se hizo de la película a nuestro idioma) no debería ser la excepción. Para parafrasear al premier en lo que alguna vez dijo sobre Petro-Perú: no es posible seguir financiando su déficit.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Mario Ghibellini es periodista