Pedro Castillo no sabe si está cerca o lejos del poder. No solo porque el último simulacro de votación de Datum muestra una caída suya y una subida de Keiko Fujimori que amenaza con darle vuelta a la tortilla; sino, sobre todo, porque abundan las señales de que, aun si ganara, no sería precisamente él quien sostendría las riendas del régimen que Perú Libre busca imponerle al país.
Desde el principio de la segunda vuelta, el secretario general de ese partido y exgobernador regional de Junín, Vladimir Cerrón, le ha hecho sentir al candidato presidencial de izquierda el delicado sabor de los ‘úcases’ y la presión del ajuste. Un simple tuit suyo, colocado en las redes solo dos días después de la primera vuelta, le ponía, por ejemplo, límites muy claros a cualquier afán de Castillo por atenuar las posturas estatistas y de ruptura con el Estado de derecho que había exhibido al inicio de la campaña. “No habrá Hoja de Ruta con Perú Libre ni Pedro Castillo. Somos un partido consecuente y consciente de sus planteamientos”, escribió Cerrón en esa oportunidad. Y al maestro le debe haber quedado la impresión de que alguien le había arranchado la tiza.
—Su cruel emperador—
Nueve días estuvo dando vueltas el antiguo rondero con su bonito sombrero chotano chancado por ese pisotón, antes de atreverse a modular una respuesta para tratar de reivindicar su autoridad en el proyecto político que supuestamente comandaba. “Más allá de lo que diga o deje de decir Cerrón, el que va a gobernar soy yo”, recitó con solemnidad en una entrevista que parecía haber sido planeada con ese fin. Pero, a juzgar por las veces que tuvo que reiterar el mensaje a lo largo de las siguientes semanas, no resultó muy convincente.
“El señor Cerrón tiene que entender que esta no es su lucha”, se sintió obligado a declarar, por ejemplo, cuando el exgobernador regional de Junín le bloqueó la posibilidad de incorporar al economista Kurt Burneo a su equipo de gobierno con un simple “no lo necesitamos”. Y la circunstancia de que al final Burneo no llegara a sumarse a la tripulación temeraria indica nítidamente quién se impuso.
De cualquier forma, los esfuerzos de Castillo por sacarse la sombra de su cruel emperador de encima llegaron esta semana a un clímax, cuando, agobiado por las preguntas de los periodistas a los que sus prosélitos no consiguieron golpear, exclamó: “[A Cerrón] no lo van a ver ni siquiera de portero en ninguna de las instituciones del estado”. Una frase que no debe haber halagado al secretario general de Perú Libre (y tampoco, por cierto, a los porteros). Pero que en realidad es una de esas salidas en las que el énfasis que se pone en negar algo -el maestro se las arregló para embutir las voces “no”, “ni siquiera” y “ninguna” en una sola oración- revela que ese algo es más bien una verdad meridiana.
Un portero, en última instancia, es la persona que controla el acceso a determinado lugar y ese es justamente el papel que Cerrón cumple con respecto al círculo de poder (o de aspiración al poder) que se está formando en torno a Castillo. Por si el caso de Burneo no fuera prueba suficiente de ello, ahí está lo ocurrido con Modesto Montoya para confirmarlo. Como se recuerda, antes de que Castillo mencionara ese nombre, su cruel emperador escribió en el Twitter: “Hemos conversado con el doctor Modesto Montoya sobre la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología y nos agrada contar con su concurso. ¡Bienvenido!”. Y listo, porque donde manda capitán no chista mandadero.
Para que las cosas le queden claras al disminuido postulante, además, este jueves apareció Waldemar Cerrón, congresista electo de Perú Libre y hermano del todopoderoso Vladimir, para proclamar: “El equipo técnico es de nuestro partido, no es de Pedro Castillo”. Y no contento con ese primer rapapolvo, añadió: “El día que el candidato se separa del partido, empieza su desgracia. El día que el candidato se separa, para el partido empieza una nueva forma de lucha”. Una sutil misiva a nombre de “la familia”.
No es ocioso recordar a propósito de esto, por último, que de los 37 integrantes de la bancada de Perú Libre que llegará al Parlamento el 28 de julio, 22 responden a los designios del secretario general del partido y solo 15 son coleguitas de Castillo. Es decir, suficientes como para conformar una animada tuna magisterial, pero para nada más.
—Tumefacciones de vanidad—
Dicho todo esto, tenemos que agregar también que, en honor a la verdad, esta renuencia de Cerrón a mantenerse a un lado del escenario no debería sorprender a nadie. El hombre, después de todo, es un auténtico brote del llamado “socialismo del siglo XXI”, y si Hugo Chávez o Evo Morales fueron los eternos protagonistas de sus respectivas operetas tiránicas, ¿cómo podría el aprendiz local de esas tumefacciones de vanidad resistir la tentación de ser por lo menos el portero – ya que no la partera– de esta historia?
Si no estuvo en la plancha presidencial de su partido, ya se sabe, es por la sentencia confirmada por negociación incompatible que pesa sobre él. Pero eso no quiere decir que ahora no esté dispuesto a hacerle saber a Castillo que, gane o pierda, en su caso hasta el poder es ilusión.
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