Solo he dicho que es un ejemplo, no que sea bueno. Nicola Porcella es un joven competitivo – como demasiados – que completa con arrebato ese plus que le falta para ganar. O para mantenerse en el candelero y de capitán de Las Cobras, que son las dos cosas que resumen su ficha en “Esto es guerra”.
Hasta ahí el arrebato no es perverso. Ha llevado a Nico a tener más roces que los necesarios con sus pares, a pisar algunos palitos y, en el fragor de una prueba en “Gisela, el gran show”, decirle ¡idiota! a su chica Angie Arizaga. Ningún delito ni falta grave, arrebatos que se pueden superar con rápidas disculpas.
Repito, esos impromptus no son perversos. Lo perverso es demorar la disculpa o hacerla de mala gana y en forma oblicua, pues eso delata que el motor del arrebato no es un simple desbalance emocional, sino la soberbia. La (auto)destructiva soberbia del que, por facha y fantochadas, se cree esencialmente superior a los demás. En el intercambio de comentarios despectivos que tuvo en el Facebook hacia un arquitecto, su cuajo adquirió connotación de clasismo de bello y famoso. Nico lo achacó a quien manejaba su cuenta, pero eso no lo exime de toda responsabilidad.
Eso no solo es un mal ejemplo, sino que no se debe tolerar en la TV. “Esto es guerra” tiene una buena salida y no está reñida con su ráting. Puede bajarle los humos a Porcella, quitándole súbitamente la condición de capitán del equipo Cobra. Y, de paso, EEG bien haría en admitir que, de un tiempo a esta parte, el ‘reality’ se está enajenando de esa generosa audiencia de jóvenes sencillos para quienes la soberbia es un espectáculo idiota.