“En la quebrada Llave, siendo la hora 7:25 am., fecha 11 de agosto de 2014…”. Así comienza el acta escrita a mano por Ernesto Ankuash Michakat, gobernador de la localidad de Huampami, en este distrito de la provincia de Condorcanqui, área del Cenepa (Amazonas). El documento, de una página, narra cómo un grupo de dirigentes de varias comunidades indígenas cercanas a la frontera con Ecuador halló un campamento desde donde se organiza la actividad de madereros ilegales ecuatorianos. Ellos ingresaban al Perú, cortaban madera y se la llevaban a su país.
“Trasladan madera en caballos”, se lee en el acta escrita en el monte, después de cinco días de viaje a pie.
La comitiva halló en el lugar a un sujeto que dijo llamarse Elías Gauna, quien habita una vivienda de madera de dos pisos. En la casa había tablones de madera cortada y lista para su envío. “Le dimos 15 días para que se retire”, explica Ankuash.
Por cuestiones de tiempo y dinero, no volvieron en el plazo acordado. A mediados de diciembre, dirigentes de otra comunidad indígena peruana, Pampaentsa, llegaron al lugar. No hallaron a Gauna, pero sí más viviendas de dos pisos, animales domésticos, así como aves de corral. Y, claro, madera lista. Es decir, Gauna no solo se quedó, sino que trajo compañía.
El 17 de enero pasado, El Comercio informó sobre los continuos ingresos de mineros ilegales de Ecuador, quienes cruzan la frontera desde la localidad ecuatoriana de La Herradura y extraen mineral mediante túneles cavados en territorio peruano del Cenepa. A la fecha hay 144 túneles, de una extensión de 2 Km.
Pero, como evidencia el caso de Gauna, también hay un tráfico, pequeño pero muy frecuente, de madera. Como los mineros, los madereros entran en silencio y, en muchos casos, con la complicidad de militares en bases de observación o vigilancia fronterizas. Aunque aquí nadie observa. Nadie vigila.
CUESTIÓN DE PROTOCOLOS
La Dirección de Desarrollo e Integración Fronteriza del Ministerio de Relaciones Exteriores resume en un mapa lo que ocurre en estas zonas críticas de la frontera.
Una es la región del Alto Comainas, donde el ingreso de mineros ecuatorianos es frecuente. La otra es Alto Santiago, donde se encuentra el parque nacional Ichigkat Muja, que también es invadido por foráneos, no solo para actividades mineras sino también para cazar y pescar. Ambas son actividades prohibidas por tratarse de un parque nacional.
Las denuncias sobre el ingreso de mineros, cazadores y pescadores ilegales ecuatorianos al Perú no son recientes ni esporádicas: son un problema real.
Sin embargo, Luis Hernández, jefe de la citada dirección, quien reconoce haber ido a la zona en más de una ocasión, afirma que lo mejor es “no hacer más grande un problema”. Según dijo a El Comercio, hay protocolos entre militares de ambos países para que la situación no llegue a mayores.
“No significa ignorarlo, pero se busca bajar la tensión, que [quienes entren] regresen a su país. No ha habido incidentes mayores, disparos ni muertos. Quizá [los ecuatorianos] entran en son de paz. Entran, sacan lo que tienen que sacar y se van”, afirmó Hernández.
Ironías del calendario: el 19 de agosto del 2014, el presidente Ollanta Humala Tasso suscribió –conferencia de prensa mediante– el decreto supremo que establece la Carta de Límite Exterior del dominio marítimo del Perú. Con ello se definió cada centímetro de la frontera con el vecino país de Chile. Ese mismo día, un grupo de indígenas peruanos liderado por Ernesto Ankuash regresaba a pie a su comunidad, luego de constatar que esta otra frontera, la que separa al Perú de Ecuador, solo ellos la defienden.
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