La denegatoria del licenciamiento a la Universidad Alas Peruanas es una gran noticia. Por favor, no se confunda. Las palabras precedentes no son una demostración de indolencia ante la sensación de desamparo que por estas horas debe estar invadiendo a los 65.078 estudiantes, 3.173 docentes y cientos de personas que laboran en las áreas administrativas y de servicio de ese centro de estudios.
Es una gran noticia porque pone freno al funcionamiento de una institución que brindaba una educación de pobre calidad, que estafaba a sus alumnos, al extremo que ni siquiera pudo garantizar que el agua potable que se suministraba en sus locales fuera apta para el consumo humano.
Según la Sunedu, en su filial Andahuaylas se hallaron coliformes fecales, en las cisternas de Ica se encontraron desperdicios y en las de San Martín heces y animales. Una universidad que les da agua con caca a sus alumnos no puede funcionar. Ni en el Perú ni en ningún país.
De los 44 indicadores sometidos a evaluación, Alas Peruanas apenas aprobó 11. Solo el 1% de sus docentes se dedicaba a la investigación.
En el país del ‘hermanito’ y los tarjetazos, donde el poder económico es capaz de quebrar principios y comprar honras al por mayor, que exista una institución como la Sunedu dispuesta a jugársela por mejorar los estándares de calidad de la educación universitaria, es una estupenda noticia. Y eso hay que destacarlo siempre.