Haber conocido a Nilton, aquel joven dedicado a preservar las costumbres ashaninka a través de sus streamings, es una de las mayores alegrías que nos llevamos de la bella Satipo. Entusiasmado por aprovechar al máximo nuestro viaje nos comentó poco después de visitar a sus padres que en el cercano distrito de Mazamari un grupo de mujeres emprendedoras se había agrupado para conseguir que sus tradiciones sean a la vez el sustento de sus familias.
Así que con los primeros rayos del sol nos subimos a la Frontier Pro4x para que en el sexto episodio de La Ruta, un proyecto auspiciado por Nissan y Verisure en alianza con El Comercio, lleguemos al distrito de Mazamari. Casi al final de la pequeña ciudad, yendo por la carretera 28C, llegaríamos al Centro Cultural Ibanko Tsompari.
MIRA: El streamer ashaninka que busca salvar las tradiciones de su pueblo | La Ruta, episodio 5
Conformado por miembros de 15 comunidades nativas y representado por la señora Yolanda Rivera Sharete, Ibanko Tsompari -que en español podría entenderse como la pesca de la garza de río- recibió en el 2023 un estímulo económico del Estado que les permitió plasmar finalmente el deseo que habían mantenido un grupo de mujeres emprendedoras.
“Toda esta pequeña sabiduría que hemos juntado entre las distintas comunidades la estamos difundiendo buscando obtener una remuneración económica que les permita a los jóvenes estudiar. Nosotros no tenemos un recurso económico que nos ayudaría a tener a nuestros hijos en estudios superiores. Por eso estamos aquí”, explica la señora Yolanda tras una increíble bienvenida en la que entonaron bellos cantos en ashaninka.
“Esto lo hacemos para poder seguir revalorando y mostrarle a la población que la comunidad ashaninka está vigente, que es una cultura viva”, resume la lideresa.
En Ibanko Tsompari los visitantes no solo podrán aprender sobre los cantos y bailes de las diferentes comunidades presentes, sino que también podrá degustar y aprender cómo se preparan sus principales platos -su gastronomía gira en torno a los pescados, la chonta y el platano, principalmente-, qué significan las pinturas que llevan en el rostro, cómo confeccionan sus cushmas u otros tejidos, aprenderá sobre su lengua y, si tiene la suerte que nosotros tuvimos, podrá aprender sobre su mitología.
Llegar a Ibanko Tsompari nos ha respondido rotundamente una de las tantas preguntas que se fueron formando tanto en Juan Pedro como en mí desde que iniciamos esta aventura. Estas mujeres emprendedoras han encontrado un modelo que les permite mantener vivas sus tradiciones, transmitirlas y, además, sustentar los ingresos de sus familias con ellas.
Pero el equilibrio que lograron no solo es financiero, sino también familiar, pues les inculcan a sus hijos la importancia de preservar su cultura sin que eso melle en sus aspiraciones académicas.
Nuevamente volviendo a Nilton, quien repentinamente se ha convertido en nuestro traductor durante este tramo de La Ruta, encontramos a un digno representante de una generación que ya no busca huir de sus raíces sino mas bien abrazarlas y convertirlas en la llave que le abran las puertas hacia el mundo moderno.
Imagínese, estimado lector, el potencial que tiene nuestro país si este ímpetu de superación se viera acompañado de oportunidades.
Nuestra visita a Ibanko Tsompari terminó cerca del mediodía, luego de jugar un divertido partido de pelota ashaninka y degustar un delicioso enchipado de pescado. Confiados en las largas horas de sol que aún nos quedaban -y en un error del GPS- decidimos adelantar la partida hacia nuestro siguiente destino sin imaginar que sería la peor decisión que podríamos tomar en este viaje.
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