El reloj marcó exactamente las 10 de la mañana, cuando el ministro de Defensa, Jorge Chávez, se dejó notar por la puerta del avión de la Fuerza Aérea del Perú (FAP) que lo trasladó desde Lima. Afuera, un pelotón de las Fuerzas Armadas esperaba para recibirlo, entre platillos y armas pegadas al pecho. Una leve llovizna mojaba la pista del aeropuerto Capitán FAP Pedro Canga Rodríguez, en el distrito y provincia de Zarumilla, una de las más afectadas por las lluvias en la región de Tumbes. Según el último informe de emergencia del Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), hay 314 personas y 128 viviendas afectadas en esta región, así como 25 establecimientos de salud.
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Acompañando al ministro, también viajaron el ingeniero Miguel Yamasaki, jefe del Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres (Cenepred); el general brigadier del Ejército Peruano (EP) Carlos Manuel Yáñez, jefe del Indeci; voceros del Ministerio de Vivienda y más funcionaros de diversas entidades. Al centro del avión, uno donde los pasajeros se sientan a los lados, se habían acopiado las casi 1.5 toneladas de comida y bienes de higienes que la comitiva llevaba para entregar a los más afectados.
A tan solo minutos de aterrizar, una caravana de alrededor doce camionetas, que cargaban periodistas, militares, policías, voceros del Gobierno y múltiples representantes regionales, zarpó del aeropuerto hacia el primer destino de la muy planificada visita del Ministerio de Defensa (Mindef). Unos siete kilómetros más al norte, la inmensa fila de vehículos se detuvo para ingresar al centro poblado de Villa Jardín, situada en la localidad de Puerto Pizarro, distrito de Tumbes, donde habitan unas cuatro mil personas, según el último censo realizado el 2017.
Entre lodo y el temor a enfermarse
En Villa Jardín, el daño ya estaba hecho. La población presente, a unos metros del numeroso semicírculo de las fuerzas del orden y la prensa que rodeaba al ministro Chávez, pedía la ayuda que, año tras año por varias décadas, jamás han obtenido. Calaminas para reparar los techos perforados, bombas para retirar el agua empozada y enlodada que llamaba a viva voz a la reproducción del dengue y el zika. Otros exigían mayor presencia estatal y reclamaban alimentos.
Mientras las entidades nacionales lanzaban propuestas y prometían trabajar en la prevención -haciendo claros llamados de atención a las entidades locales- un grupo de efectivos de la Marina de Guerra del Perú rasgaba sus palas contra el fondo de un charco. Según el último reporte de Indeci, el distrito de Tumbes presenta 73 personas y 15 viviendas afectadas.
Vecinos de la zona de Villa Jardín contaron a El Comercio que las lluvias fueron incesantes desde el domingo pasado. Muchos de ellos ahora duermen sobre el lodo, basura y moho que trajo las inundaciones. A eso se le suma el miedo a que sus hijos contraigan enfermedades, pues temen que la permanencia de las aguas empozadas ayuden a la proliferación de zancudos.
En entrevista en vivo con este Diario, una madre mostró el sarpullido que su hijo mostraba en la cara y el cuello. Algunas madres revelaron a El Comercio que se han visto obligadas a dejar a sus menores en manos de otros, en zonas menos afectadas por las lluvias. Todo esto con el fin de alejarlos de cualquier posible enfermedad.
“Está que llueve, llueve y no para de llover. Amanece lloviendo y, luego de un par de horas, vuelve a llover. No sabemos ni qué hacer porque ya hasta los niños se enferman, les salen granos. Vienen las autoridades y no hacen nada, siempre dicen lo mismo. Todos los años es lo mismo [con las lluvias]”, comentó la entrevistada. “[Las ampollas] son por las mismas lluvias, por el agua. Todo eso le está saliendo a los niños”, advirtió.
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César García, otro vecino de Puerto Pizarro, relató a El Comercio que “las lluvias comenzaron a ser regulares desde el domingo pasado, pero en los últimos días ya ha sido más fluida e intensa. El agua llegó hasta la rodilla”. Recalcó que a tres días de que su hogar se inundara, aún no tiene cómo desfogar el agua. “Y no soy solo yo, así está casi toda la población”, resaltó.
Pero, tal como decenas de hogares se vieron gravemente afectados, los centros educativos también han sido víctimas de la falta de prevención. En Villa Jardín, en la Institución Educativa 014 Miguel Grau, se presencia que casi todas sus aulas habían sido empapadas por las lluvias. Incluso, la zona de juegos, las clases y otros espacios permanecían con charcos y losetas húmedas.
Desastre en la frontera
A unos 20 kilómetros de camino más al norte de Puerto Pizarro, la comitiva del Mindef arribó en la provincia de Zarumilla, para conocer la situación en los centros poblados de esta localidad, cercanos a la frontera con Ecuador. En el camino, no fueron pocas las casas, instituciones educativas y otras entidades que delataban haber sido víctimas de las lluvias, motivadas por el ciclón Yaku.
En esta ubicación, en el distrito de Aguas Verdes, la problemática era aún más grave. Los pobladores de los asentamientos visitados no solo perdieron por completo sus hogares, todos llenos de lodo y moho; los desbordes de los canales y manglares cercanos, al igual que las intensas lluvias, mataron a las aves que criaban. En solo días, perdieron su fuente de ingresos y de subsistencia.
En Aguas Verdes hay pequeños centros poblados, como Isla de los Manglares o 28 de Julio; todos quedaron altamente afectados por las inundaciones. Muchos duermen encima del lodo y el agua reposada, temiendo contraer dengue o zika.
Caminar sobre lodo, además de ser un riesgo biológico, es complicado. Muchos se resbalan en el intento, además que diferentes rocas y residuos se esconden debajo. Muchos pobladores deben llevar a sus bebes en mano.
Decenas de pobladores de la zona de Aguas Verdes se acercaron al ministro de Defensa para pedirle apoyo ante su precaria situación. Muchos caminan descalzos, por más que reconocen el riesgo de contraer enfermedades.
En Isla de los Manglares, un pequeño asentamiento humano donde habitan unas 25 personas, el agua llegó a unos 50 centímetros de altura. En la casa de la familia Santa María, los habitantes revelaron a El Comercio que viven con el lodo desde hace una semana, aproximadamente. Incluso, la madre perdió más de seis patos y gallinas, las cuales eran esenciales para su negocio de venta de comida. Al recordar “el corral lleno de agua y [sus] animalitos muertos” en el patio de la casa, hoy convertido en una capa de lodo y mosquitos, la señora no deja de llorar.
Los vecinos afectados pedían al ministro que se acercara a sus viviendas, todas precarias y altamente vulnerables. Entre el lodo, las huellas de los pobladores -que caminaban descalzos- delataban el riesgo que asumían los pobladores por necesidad o desconocimiento. Mientras los adultos intentaban llegar al titular de Defensa o a alguna otra autoridad de la comitiva, los niños jugaban con el lodo. “Cuidado que estas aguas causan hongos”, nos advirtió una vecina.
Vuelta a casa
Finalmente, el largo convoy de camionetas de la Policía Nacional del Perú, del Gobierno Regional de Tumbes y del Ministerio de Defensa, se dirigió de vuelta a la ciudad capital de la región norteña. Al lado del Río Tumbes, a la altura de la Avenida Mariscal Castilla, varias cuadras quedaron inundadas. Alrededor de diez centímetros de agua quedaron empozadas, dejando en evidencia toda la basura que se acumuló en dicha zona.
Antes de partir a Lima, se llevó a cabo una mesa técnica que congregó a alcaldes distritales y provinciales, personal militar, policial y de las entidades correspondientes en la gestión de riesgo de desastres y la reacción a estos. El ministro y otros voceros del Gobierno formaron parte de esta mesa de diálogo, donde se profundizó en la necesidad de apostar por la prevención.