—Si tuviera que describir el momento histórico que vivimos, ¿qué diría?
Lo describiría como un momento de crispación política. Las posibilidades de conseguir acuerdos entre los grupos sociales, económicos, regionales y un largo etcétera se han debilitado hasta extremos peligrosos. Las causas de esta crispación son complejas de exponer, pero tienen que ver con la quiebra del “pacto de caballeros” que rigió entre los integrantes de la clase política desde 1956 hasta el 2000, que podría resumirse en la regla de que el presidente o gobierno entrante no investigaba al saliente, con la crisis del sistema de partidos y representación que rigieron en el siglo pasado y con los cambios demográficos y económicos que han ocurrido en el Perú. En la segunda centuria de vida independiente, la población se ha multiplicado en más de seis veces y se ha vuelto una población más urbana y educada; por lo tanto, más consciente de sus derechos.
MIRA: Fernán Altuve-Febres: “La izquierda es mediocre y la derecha muy egoísta”
—En los últimos 50 años, hemos pasado por la dictadura militar, terrorismo, hiperinflación, corrupción generalizada, golpes de Estado, pedidos de vacancia, cinco presidentes en procesos judiciales, tres presos, uno suicidado, seis presidentes en Palacio en 10 años. ¿Qué nos pasó?
Han sido tiempos interesantes los que nos han tocado vivir a quienes nacimos en la segunda mitad del siglo pasado, pero te diría que, hasta cierto punto, así han sido todas las épocas por estos barrios. Las dictaduras, la violencia política, la hiperinflación, la volatilidad de los gobiernos, han sido constantes de nuestra historia republicana. Lo diferente es que hoy somos muchas más personas viviendo en esta tierra, lo que ahonda por un lado las crisis. Pero, por otro lado, brinda mayores posibilidades de solución. Hoy somos más conscientes y sensibles a la inestabilidad porque conocemos más del mundo.
— ¿La actual crisis institucional política es peor o igual que otras?
Hemos atravesado varios momentos críticos: en el siglo XIX vivimos casi una crisis perenne. En el XX, fueron la caída de Billinghurst, que se resolvió mediante una componenda de los partidos políticos que funcionaban con cierta eficacia. Luego, la caída de Leguía, que resultó más compleja de resolver y trajo una espiral de violencia que terminó “resolviéndose” mediante una dictadura militar y una fuerte represión. Las crisis subsiguientes, como la del gobierno de Bustamante y Rivero o la del primer belaundismo, tuvieron la “solución” del golpe militar. Un arma que hoy está fuera del menú. Quizás eso es lo que hace más patente esta crisis, que las viejas soluciones, como el pacto entre los partidos o la intervención de los uniformados, ya no son opciones. En esta coyuntura, algunos han pensado que lo mejor era convocar nuevas elecciones; es decir, transferir al electorado la solución de la crisis, pero temo que solo significaría postergarla por un corto lapso. El problema de fondo es la incapacidad de ponernos de acuerdo en el tipo de país y de Estado que queremos.
— ¿Vivimos algo similar al tiempo crítico de Sánchez Cerro?
En cierta forma sí, pero no hay un Benavides que pueda fungir de estabilizador. Es decir, un líder militar respaldado por el poder económico y por los uniformados que pueda sacar las castañas del fuego.
— ¿Y los años de Bustamante y Rivero? Le hicieron la vida imposible.
Sin duda que hubo una importante cuota de responsabilidad en el Apra, que no fue capaz de disciplinar sus demandas, pero también fueron responsables los medios, que al azuzar el antiaprismo, polarizaron más el escenario político. Luego, llega el golpe de Odría, quien tuvo la buena suerte de que su gobierno coincidiera con una ola de crecimiento de la economía mundial.
— Y si hablamos del Apra, miremos luego al fujimorismo durante el gobierno de PPK...
El fujimorismo pudo haber optado por una especie de cogobierno con PPK para el período 2016-2021, en vez de jugar a vacarlo. No sé cuánto lo hubieran permitido los aliados de última hora que ayudaron a PPK a derrotar a Keiko por la mínima, pero con la comodidad que nos da juzgar la historia a toro pasado (como dicen los españoles), hubiera sido una posibilidad interesante.
— Las finanzas del país han sido manejadas como botín. ¿Ha existido un período que destaque por búsqueda de equilibrio para todos?
Destacaría la labor de algunos gobiernos que normalmente no son señalados cuando se habla de avances sociales: Leguía, Benavides y Fujimori. Durante los gobiernos del líder de la Patria Nueva, se dieron leyes muy importantes en materia de seguridad social en el trabajo y respeto a los derechos de los trabajadores. Durante la dictadura de Benavides, se implementó la Seguridad Social Obligatoria, cierto que pensada solo para la minoría de obreros del sector moderno, pero era un primer paso, simbólicamente importante. En los años noventa, se desplegaron mecanismos interesantes, como Foncodes y otros programas sociales, que ayudaron a reducir la pobreza, y se puso énfasis en los caminos rurales, que permitían a los pequeños productores acceder al mercado. En materia de democracia, se trató de gobiernos muy cuestionables, pero pusieron una cuota valiosa para el equilibrio social.
— ¿Y dónde deja el segundo gobierno de Alan García?
Fue un gobierno muy distinto al primero, García hizo las cosas mejor y no se propuso ideas heterodoxas en materia económica, que tuvo mal final en su primer gobierno. Rescato también el contexto internacional favorable que lo ayudó mucho.
—Dina Boluarte es la primera mujer que nos gobierna. Lamentablemente, su período tiene acusaciones fiscales y serias críticas de gestión. ¿Cómo pasará a la historia?
Me parece saludable que tengamos, por fin, una presidenta mujer, aunque haya entrado por la vía del relevo, y por eso me apena que su gestión haya sido hasta el momento tan poco relevante en materia de logros económicos o sociales. Hay que reconocer que el escenario que le ha tocado enfrentar era bastante difícil. Aníbal Torres, lugarteniente de Castillo, pronosticó un baño de sangre si el presidente era vacado y ciertamente lo hubo. Creo que la calificación del gobierno de Boluarte en la historia dependerá de cómo termine este ciclo de crisis. Si termina bien, será vista como quien resistió la tempestad y logró un escenario más calmado para unas elecciones serenas y con la mirada en el largo plazo. Si termina mal, será vista como la mujer que no supo renunciar a tiempo.
— ¿Ha existido otro presidente amante de joyas y relojes?
Muchos, pero en los hombres han sido vanidades que no los descalificaron o fueron vistas como naturales. En parte, porque se trataba de señorones, para quienes lucir un Rolex –creo que Leguía prefería Longines– no desentonaba, ni con su apellido ni con sus ingresos.
—Este quinquenio Castillo-Boluarte marca un hito desastroso en la izquierda peruana. ¿Podrá recuperarse para las elecciones del 2026?
Seguramente la izquierda acusará el golpe de haber apoyado a Castillo y no haber deslindado a tiempo de su gobierno, pero la izquierda siempre tiene su público, y más en el Perú, donde hay mucho descontento y anticentralismo.
—¿Este es el peor Congreso que nos ha tocado?
Siempre he defendido a los Congresos, en un régimen republicano me parece que son la institución principal y necesaria para garantizar la pluralidad y el control político. Por dedicarse a dictar leyes y controlar al Poder Ejecutivo, no es fácil que la población entienda su papel y simpatice con sus integrantes. Pero, ciertamente que en este Congreso, como en otros, hay representantes indignos de su cargo y sus colegas no saben sancionar a tiempo. Lo que defiendo de los Congresos actuales es que ya no son asambleas de señorones, como en el pasado. Me parece saludable que lleguen el maestro de escuela, el mototaxista, la vendedora ambulante; pero las malas conductas deben ser sancionadas sin miramientos.
— Las economías informales hoy tienen representantes en las bancadas y si antes el tema de discusión era el narcotráfico, hoy son la minería informal y las organizaciones criminales. ¿Hemos perdido el principio de autoridad?
Abrir el Parlamento a la entrada del crimen organizado es uno de los riesgos de su democratización. Eso ha ocurrido y mientras se siga criminalizando el financiamiento de los partidos políticos por las empresas formales será difícil atajar este peligro.
MIRA: Keiko Fujimori: “Alberto Fujimori pasará a la segunda vuelta”
— ¿Y el peligro de la política judicializada? Alberto Fujimori la tuvo clara y tomó el control del Poder Judicial incluso para el desarrollo de las elecciones.
La judicialización de la política tiene que ver con lo que mencioné al comienzo de esta entrevista: la disolución del “pacto de caballeros” y el paso a una política de escrutinio y sanción entre el paso de un gobernante a otro. Sin que el Poder Judicial tuviera la solidez para asumir dicha tarea sin politizarse.
— ¿Qué piensa hoy de Alberto Fujimori como posible candidato?
Me parece que debería cerrar su ciclo político, no me parece una buena idea para sus condiciones de salud emprender una campaña electoral y puede ser fatal. Para su partido tampoco es la mejor opción, creo que han lanzado la idea a manera de ensayo y no reparan que es burlarse del indulto humanitario. Todo esto no ayuda a la reconciliación en la política peruana; se supone que se había cerrado el proyecto fujimorista de los noventa. Poner nuevamente al padre debilita la renovación del fujimorismo en esta nueva era.
“Desde Huáscar y Atahualpa no hemos parado de enfrentarnos”
—Hoy tenemos a Martín Vizcarra, sin ápice de arrepentimiento, intentando candidatear. ¿Qué le llama la atención de este partidor anticipado?
Pareciera que, decepcionados de los políticos profesionales, la gente quisiera representarse personal y directamente. En las últimas décadas hemos tenido tantos políticos exitosos que no se formaron dentro de un partido político, que pareciera que la presidencia estuviera disponible para cualquiera con un poco de suerte. Pero, claro, el aluvión de candidaturas hace impredecible los resultados, y los debates de programas pasan a un total segundo plano. Ese es el aspecto negativo.
—¿Cuál ha sido el presidente que usted más ha respetado?
Hay varios. Manuel Pardo, el primer presidente civil, que tuvo el mérito de arrebatar a los militares la tarea del gobierno; fundó la Escuela de Ingenieros y abrió el primer hospital moderno, como fue el Dos de Mayo. Denunció el peligro que significaba abolir los impuestos y vivir del guano, aunque en su gobierno no fue consecuente con esa idea. También Andrés Cáceres, que supo defender al país en el campo de batalla y luego incursionó, yo diría casi que por deber, en la política, en el tiempo aciago de la posguerra del salitre. Tuvo el coraje de defender causas impopulares, pero convenientes para el Perú, como el arreglo Grace para la deuda externa. Mis respetos también para Eduardo López de Romaña.
—¿Qué es lo que más aprecia usted del Perú y su historia?
Aprecio mucho a la civilización prehispánica, que, en un territorio difícil, logró desarrollar riqueza y orden, no solo en el plano económico, sino también artístico. De la época colonial, valoro mucho la mística y entrega de los religiosos; no tanto por la tarea evangelizadora, que tuvo su aspecto de destrucción de otros cultos y creencias, sino por su tendencia a ponerse del lado de los indios y la justicia. En la época republicana parece más difícil encontrar cosas dignas de aprecio, pero admiro el trabajo de quienes construyeron los ferrocarriles en la cima de las montañas y labraron las minas, en tiempos en que no había casi máquinas ni seguridad. Admiro a los médicos que viajaron a los pueblos remotos a curar la malaria o la lepra y aplicar las vacunas; a los maestros que penetraron en los caseríos a difundir el alfabeto a cambio de míseros salarios.
—¿Siempre hemos sido una sociedad tan polarizada?
Desde que Huáscar y Atahualpa se fueron a las manos, no hemos dejado de enfrentarnos y los dibujos de los moches no hacían más que plasmar batallas o degüellos. No sé si es un mal nacional, pero en los momentos decisivos, cuando debíamos ser un puño de hierro en vez de limaduras de plomo (para citar a González Prada), hemos estado divididos, como en la guerra de la independencia o la del salitre (pierolistas versus civilistas). He llegado a pensar que la polarización entre nosotros podría ser un dictado de la geografía, con su escisión tan marcada entre una costa y un interior.