A sus 82 años y a tono con el próximo bicentenario, Richard Webb ha emprendido una historia de los últimos dos siglos de la economía peruana. Los ‘planes de competitividad’ y los ‘cierres de brechas’ son, para él, retórica y teatro. La economía avanza en detalles y gestiones que ve con normalidad y optimismo. Sin embargo, siente que la ciencia económica anda ‘perdida’ y se avecinan grandes debates multidisciplinarios.
—Se menciona a la informalidad como una de las razones por las cuales el Perú no estalló como Chile el año pasado.
Hay un cambio de temperamento que hay que explicarlo desde dentro de la gente. No hay nada ‘afuera’ que realmente explique ni la explosión en Chile ni lo que acá se está dando. [La informalidad] creo que tiene que ver, pero en el sentido de que la informalidad en el Perú es autoempleo: somos mucho más dependientes de nosotros mismos y mucho más ocupados. Nuestra vida diaria no tiene el mismo margen [que en Chile] para distraernos en protestas. La gente está chambeando.
—¿Conoces el Plan Nacional de Competitividad y el de infraestructura?
No los conozco en detalle. Suena bien poner planes, [pero] me parece que es esencialmente mediático. La función del gobierno es que cada detalle se haga y tratar de mejorar, y eso está pasando. El trabajo del chofer del bus es manejar bien. No sabemos cuál es su plan. Lamento que la politiquería y lo mediático necesiten algo más interesante y los gobiernos se sientan obligados a decir ‘este es el plan’. Es un gran teatro.
—Sueles decir que un asunto clave es la conectividad.
De lejos, la conectividad es prioridad. No solo en el interior, también en Lima. Necesitamos un tren entre Huacho y Chincha y, por supuesto, el metro. El Perú empezó particularmente atrasado. El tremendo impedimento geográfico nos hacía un pésimo lugar para crear un país en esos años. Ahora hay formas de resolver mejor el problema. Pero sigue siendo un gran impedimento. Todavía estamos desparramados.
—En el Perú rural hay avances a pesar de muchas carencias.
Es el ‘cambiazo’ más grande en los últimos 10 años. Hace más de 10 años, según la Enaho [Encuesta Nacional de Hogares], 5% o 10% de las familias rurales tenía celular. Ahora es alrededor de 80%. Es otro mundo, es otra vida.
—Pero se mantiene el desfase de conectividad terrestre.
Sí, aunque menos que hace 30 años. La agricultura se está moviendo rápido, llegando a mercados a los que no llegaba. Esto requiere mejores caminos, créditos, insumos, un liderazgo del gobierno en la investigación y en la promoción de sus productos.
—¿La presión tributaria es suficiente, es justa?
No he mirado eso, pero hay que estar recordando que el grueso de los impuestos son indirectos y vienen del consumo. Siempre se dice que unos cuantos pagan, pero en realidad la mayoría del país lo hace a través del IGV. Se habla como si todo fuese simplemente el Impuesto a la Renta de unas cuantas empresas grandes, como si todo el resto no pagara. ¿Qué conviene hacer para mejorar? Solo me atrevo a dar una idea.
—¿Cuál?
En el Perú casi no se cobra impuesto a la propiedad. Es bajísimo. Y en gran parte del Perú no se cobra nada. El capital que representa la propiedad es una riqueza de la que no se habla, es bárbaro. Y está mucho mejor distribuido que otras formas de riqueza en el país.
—Si la casa propia es tan importante, ¿por qué su impuesto es tan bajo?
Creo que la explicación está por el lado político [los gobiernos temen meterse en el tema]. Es un capital producido principalmente por la urbanización, antes casi no existía. Ha sido un proceso sumamente rápido, en 50 años.
—Hernando De Soto plantea que a la gente se le reconozca parcialmente la propiedad del subsuelo.
Sí, lo he escuchado, y se habla del caso norteamericano. Mi primera reacción es que no tiene que ser total, pero sí reconocer algún derecho. En cierta forma, sin esos términos legales, es lo que se hace cuando se habla de licencia social. Se pone más énfasis no en las personas que están sentadas encima del petróleo, sino en una comunidad mayor y en los daños que puede causar la explotación.
—El concepto ‘cierre de brechas’ se pronuncia como si se estuvieran cerrando brechas que tomarían años y reformas, cuando apenas se hace algo por acortarlas un poquito.
Es la mediatización, es uno de los recursos retóricos. Simplifica, resume, seguro yo he caído en ese pecado, promoviendo el cálculo de las tasas de pobreza. Lo bueno es que refuerza la puntería y excita a la gente detrás del tema. Lo malo es que sobresimplifica y eso se presta a la crítica.
—Se va a instalar un nuevo Congreso, ¿qué reformas de impacto esperar de él?
Simplemente, continuar y lograr un avance sustancial en cuanto a formas de reducir la corrupción dentro del Poder Judicial.
—Ahí viene el dilema entre llenarse de controles o destrabar para ser eficiente.
Creo que es posible tener mejor gobierno sin una reducción de controles. La crítica a una brecha, a una norma que no se cumplió, es una crítica sincera pero a la vez tonta.
—Y eso hace mucho ruido.
Se buscan cosas que son visuales, que se resumen fácilmente. Por ejemplo, faltó una incubadora en un hospital, es muy concreto, hay la foto de un niño ahí, hay una enorme atención. Si uno quiere mejorar la salud, sin duda hay cien otras cosas que deberían tener más atención, un montón de cosas que sería aburridísimo explicar, pero tiene un efecto mucho mayor botar al director del hospital donde faltó la incubadora. Los esfuerzos se concentran en el escándalo.
—Tu primer trabajo fue en el BCR. ¿Es un mito decir que la macroeconomía está bien y los problemas son más abajo?
Veo muy bien la gestión de nuestro Banco Central. Hay debates sobre el déficit, que quizá es mayor de lo que se reconoce, pero gracias a Dios por ahora no tenemos que estar preocupándonos de esas cosas.
—Te has lanzado a escribir una historia de la economía peruana de los últimos 200 años.
Estoy en una fase de lectura. El punto de partida es: ¿Cuál ha sido el desarrollo? Ahora hay números, gracias al trabajo de Bruno Seminario. En 200 años, el tamaño de la producción ha ido en términos relativos de 1 a 300. La economía peruana es 300 veces más grande que en 1821.
—¿Y la población?
La población ha ido de 1 a 30. Quiere decir que el promedio por persona ha ido de 1 a 10. Son los números básicos para cualquier análisis de la historia.
—¿Y la desigualdad?
Ahí no hay números tan claros. Fue mi tesis doctoral y publiqué un libro, pero era básicamente una foto.
—En Chile, se debate si las mediciones clásicas del índice de Gini bastan.
Es una aberración creer que la desigualdad se puede resumir como un PBI. Tiene distintos valores, hay distintas desigualdades.
—¿Estamos ad portas de grandes debates en la economía?
Estamos entrando en una etapa de debates, pero no serán tanto de la economía, que está un poco perdida. Ha perdido mucho de relevancia, de majestad, de su necesidad central de ordenar la vida y encontrar las mejores fórmulas y recetas. [...] Un colega ha escrito un libro sobre la experiencia de las cooperativas agrarias creadas por la dictadura militar. Todas desaparecieron voluntariamente. La gente prefiere sus propias colectividades. Es un tema nacional, cómo cooperar. [...] El énfasis está ahora en las colectividades. Tienen efecto económico, pero los economistas tienen poco que decir.