Las elecciones municipales en Lima encierran varias paradojas. Un alcalde está siempre subordinado al Ejecutivo y el Legislativo, y su margen de acción es estrecho. Al mismo tiempo, muchos de quienes postulan a la alcaldía metropolitana lo hacen como una catapulta hacia la presidencia, aunque ninguno lo haya logrado. “Los alcaldes en el Perú no tienen el lugar político que merecen”, dice Aldo Facho Dede.
—¿Qué nos dice el hecho de que tres excandidatos a la presidencia postulen ahora a la alcaldía de Lima? ¿Es un premio consuelo o un trampolín?
Es un caso muy particular, creo yo, porque ha habido una elección bastante dura, difícil. Actualmente, un gobierno con evidencias de poca capacidad de gestión, y la vacancia o un adelanto anticipado es agenda de todos los días. Entonces, en este escenario de posibles elecciones anticipadas, hay candidatos que ven en esta elección de gobiernos subnacionales una oportunidad para seguir vigentes, para mantenerse en boca de todos y luego capitalizarlo. Hay que mirar a los tenientes alcaldes, porque probablemente sean quienes van a ejecutar un rol más importante.
—¿Por qué, como si fuera una especie de maldición, ningún alcalde de Lima ha llegado a la presidencia?
Lo más atractivo para un político que tiene esa mirada aspiracional, o sea de seguir creciendo para buscar ser presidente o congresista, es no ganar las elecciones metropolitanas y quedar como el mejor segundo, perder por poquito. De esa manera no tiene que padecer el desgaste enorme de ser alcalde de Lima, que es un cargo sumamente estéril políticamente. Tienes unas enormes responsabilidades hacia la población, eres el centro, todos te miran como el responsable de todos los problemas, aunque no lo seas, y tienes pocos recursos, además el Gobierno Central y el Congreso todo el tiempo interfieren...
—En esta campaña hemos escuchado propuestas de todo tipo, algunas irrealizables. ¿Los candidatos no conocen los límites de la gestión, o es solo márketing?
Mentir no cuesta, no genera ningún impacto político real. Delincuencia cero, hambre cero, Lima potencia mundial, los teleféricos, que el Ejército va a tomar el control de la seguridad… no hemos generado mecanismos de control que nos permitan exigirles a nuestros políticos en el cargo el cumplimiento de sus promesas electorales. Veo una oportunidad desperdiciada: si tuvieran un mínimo conocimiento del rol que cumple el alcalde, sabrían cómo comunicar eso que quieren decir. Si quieren hambre cero, pueden decir que van a gestionar un programa metropolitano de asistencia, que van a trabajar junto con el Midis. Si ofrecen seguridad ciudadana, la Policía Nacional no depende de la municipalidad, pero sí se puede trabajar en espacios públicos, seguros, iluminados y accesibles.
—¿Cuáles podrían ser las obras emblemáticas del nuevo alcalde o alcaldesa?
La Vía Expresa Paseo de la República fue un proyecto innovador cuando se construyó, hoy se ha convertido en una enorme fractura en la zona más valiosa de la ciudad. Propondría un ambicioso proyecto para techarla por tramos, generando enormes parques y plazas para la ciudad, con espacios comerciales, recreativos y culturales. Luego, la Ciudad Bicentenaria de Ancón, que debería convertirse en el parque industrial más moderno del país. También la Villa Panamericana debería convertirse en el Centro de Lima Sur, con un gran parque, espacios culturales, educativos y comerciales. O el gran parque del río Rímac, recuperando los importantes espacios naturales de las fajas marginales del río.
—En cuanto al problema del tránsito, uno de los más graves, ¿qué acciones sí puede ejecutar un alcalde?
Lima tiene que recuperar su liderazgo, la gestión y el diálogo. Tiene que poder recuperar su rol de metrópoli en el directorio de la ATU, exigir que haya una concordancia plena entre el Plan de Movilidad de la ATU y el Plan Metropolitano, que está por aprobarse. El alcalde tiene que hacerse fuerte con sus vecinos; ese creo que fue el principal problema de Jorge Muñoz. En el fondo no había validado su autoridad ante la ciudadanía. Por eso, cuando se va Muñoz, no pasó nada.
—¿Y en el plano de seguridad? Hasta ahora las propuestas son escasas o imposibles.
Una de las competencias de la metrópoli es liderar el plan de seguridad y asistir, trabajar con los distritos para su mejor implementación. Podrían proponer, por ejemplo, una escuela técnica para estandarizar la formación del serenazgo. El agente de serenazgo no es un policía, es un representante del municipio, un funcionario que está al servicio del ciudadano, que atiende al vecino.
—¿Tiene lógica la propuesta alguna vez pensada de reagrupar distritos limeños, y no tener toda la capital atomizada?
La reagrupación nos conviene a todos. Va a ser más eficiente que la plata se distribuya mejor entre San Isidro y Magdalena, o Lince con Surquillo. Pero en vez de vendértelo de esa manera, te van a decir que afectará tu calidad de vida, que vas a perder la identidad. No les conviene, porque se pierden espacios políticos. En el Perú necesitamos reestructurar la división política distrital para tener una mejor gobernanza.
—¿Cuáles son los grandes problemas de Lima?
Uno, su fragmentación política, no tanto porque haya más de 40 alcaldes, sino porque recaudan de manera independiente ingresos de sus vecinos y gestionan de manera independiente servicios que deberían ser metropolitanos. El segundo problema que tiene Lima es que, lamentablemente, sigue siendo centro del Perú, y entonces tienes toda la presión del Ejecutivo y el Legislativo. Todos quieren hacer cosas en Lima porque es la mejor plaza para hacerte conocido, para ser popular.