Cecilia Bákula es una de las figuras intelectuales más activas del país. Lee, escribe, dicta clases, publica libros con envidiable frecuencia y, como si fuera poco, es una destacada conferencista. Esta última faceta la volverá a representar en la primera jornada del CADE Universitario, que comienza el 28 de junio. Su presentación lleva un título desafiante: “¿Cómo fortalecemos las instituciones y la democracia?”, y girará en torno a las “bases sólidas” sobre las que debe descansar la pesada mochila del Perú.
—Ahora mismo el país deambula discutiendo sobre si regresamos a empellones a la bicameralidad o si le damos armas al serenazgo; no salimos de allí. ¿Qué grandes temas no estamos debatiendo?
Justo ahora estoy armando el curso que voy a dictar la próxima semana en Arequipa, en la maestría de Historia, sobre la generación del centenario. Esa generación con personalidades como Porras, Basadre, Valcárcel que se atrevieron a cuestionar los 100 años anteriores y cuya preocupación era cómo hacemos que este país viva los siguientes 100 años con una propuesta de nación. El país tiene que encontrarse en esos chicos que tienen ahora 20 o 30 años. Porque mientras la televisión, los pensadores, los catedráticos, mientras los políticos nos encierren en esa menudencia de si las balas del sereno son de goma o son de pólvora, no nos están dejando espacio para la gran discusión. Y la gran discusión es: somos un gran país, somos un país unitario, somos un maravilloso país milenario y necesitamos ser uno en las diferencias. Quizás nosotros –los que ya no peinamos, sino pintamos canas– tenemos que decirles a los más jóvenes que tienen ellos que levantar su voz frente a la chatura de la política y que hay que participar.
—Pero tenemos a muchos jóvenes que pensaron que había que participar, y se inscribieron en un partido político, allí todo se desvirtúa pronto.
Se convierten en un posible vientre de alquiler o buscan un vientre de alquiler porque no se han tomado el trabajo de leer la Constitución. Por ejemplo, Porras tuvo, junto con Basadre, una necesidad de fomentar la difusión de la historia en los colegios. Bueno, pero yo no creo tener una visión apocalíptica. Yo creo que el Perú es un país joven, está aprendiendo a gatear: que se caiga, que se golpee, luego se le pone su curita y habrá después momentos de esplendor.
—La conferencia que usted va a dictar lleva un título quizá inabarcable. ¿Qué instituciones hay que fortalecer?
La educación. Yo tengo algunas ideas muy críticas sobre este país. Primero, sobre el asistencialismo. Mientras tú mantengas a la gente con la mano estirada, porque le das dinero pero no le das trabajo, habrá un sometimiento. Es terrible. Generamos una conducta de dependencia del Estado que no aporta ni progreso, ni desarrollo ni sentimiento de libertad, sino sometimiento. La gente se somete al Gobierno Central y, poquito a poco, a los pequeños poderes. Es una situación de postración y va generando también una actitud de rebeldía.
—¿Eso explica los estallidos de protesta como el que acabamos de atravesar?
Hay un dicho que ya no se usa: a río revuelto, ganancia de pescadores. Pero no tenemos líderes, no tenemos una visión de futuro.
—La generación que ahora está en la universidad, la que nació en este siglo, ha visto a todos sus presidentes en la cárcel o enjuiciados. ¿Cómo animarlos con tanta evidencia encima?
Lo que nos falta es entender la palabra ‘servicio’, y que este servicio no es para todos. La política es un apostolado, es un servicio y, si te gusta, lo asumes. Si no te gusta y no tienes capacidad de servicio, no es para ti. Hay que erradicar, hay que sacarnos de la cabeza eso de que uno llega al Gobierno o al trabajo en el Gobierno para robar. Y eso o lo aprendes en la casa o lo aprendes a golpes.
—Luego de publicar “Textos y testimonios para comprender el Perú en el bicentenario”, en una entrevista para El Comercio dijo: “Lima se ha tragado a las provincias y, en el fondo, no les ha devuelto nada”. ¿Cómo resarcirlo?
Tú te pones a pensar en los artistas como Sabogal, Camino Brent, Ignacio Merino… Todos eran provincianos, así como Mariátegui y muchos de los que aparecen en ese libro. Lima se hizo, creció y se engrandeció con las provincias, pero a las provincias ya ni siquiera las recuerdan, no han recibido a cambio lo que se sembró. Tú vas a Ica, por ejemplo, y si no fuera por el esfuerzo que está haciendo Alberto Benavides, nadie sabría quién es Valdelomar. Yo no creo que se arregle haciendo un monumento. Es un tema de civismo, de educación.
—¿Se considera una optimista, pese a todo?
Sí, claro que sí. Primero, porque quiero al país. Segundo, porque no estamos tampoco en una situación catastrófica. Porque tenemos una economía buena, aspectos culturales maravillosos, una herencia poderosa, y porque tengo cinco nietos a los que quiero que este país les dé un sentimiento de pertenencia. Yo lo único que quiero es motivar; no tengo respuestas, nadie las tiene. Pero sí puedo motivar la búsqueda no con luz de atardecer, sino con luz de amanecer. Es políticamente incorrecto pensar que este país tiene futuro, porque es mucho más fácil dividir que aglutinar.