Lo llamamos a Harvard, donde es catedrático de Ciencia Política. Está casado con una peruana y conoce al Perú intensamente. Bromea diciendo que cuando quiere olvidarse de Donald Trump y de la crisis en Estados Unidos, busca refugio en países que quiere, como el nuestro. Pero descubre que las cosas tampoco pintan bien. Prepara un libro sobre el ‘autoritarismo competitivo’ y siempre tiene un ojo alerta a la situación del Perú y de América Latina.
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— Escribiste un ensayo sobre el Perú como un caso extremo de un ‘sistema de partidos sin partidos’ ["¿Por qué no hay partidos políticos en el Perú?", con Mauricio Zavaleta, Planeta, 2019]. ¿Forzar el debate de una vacancia en plena pandemia siete meses antes de las elecciones es lo que se puede esperar de una sociedad sin partidos?
Sin ninguna duda. Estamos viviendo, y parece que cada vez más, las consecuencias de no tener una clase política ni partidos ni políticos profesionales. Hace un año, todo el mundo, me incluyo, decíamos que no podía haber un Congreso peor, y parece que este Congreso está a un paso de convertirse en el peor. Colapsaron los partidos y poco a poco iban desapareciendo las carreras políticas y los políticos profesionales. Era casi imposible para algunos políticos mantenerse en la política. Había que saltar de un partido a otro. Cada vez más la política peruana está dominada por ‘outsiders’, empresarios novatos sin experiencia política, sin haber estado socializados en las reglas de juego, en las normas de la democracia, sin horizonte de tiempo; gente que no calcula que tiene que mantener su imagen para postular a otro cargo porque están pensando en el corto plazo, en conseguir lo que pueden hoy porque no saben dónde van a estar mañana.
— Una de las herramientas de estos políticos en el Congreso es el voto de conciencia, la libertad para votar como quieran. ¿Sucede en otros parlamentos?
Es fruto de la tremenda debilidad, de la casi inexistencia de los partidos. Estos no tienen capacidad de disciplinar a sus miembros. El voto de conciencia es una rendición de las cúpulas que no tienen capacidad de mantener la disciplina. Donde existen partidos sólidos, el voto de conciencia solo es para temas morales o religiosos. No veo otra interpretación de lo que ocurre estos últimos días: es una tremenda irresponsabilidad.
— Dijiste que no tienen horizonte de tiempo, pero faltan siete meses para las elecciones. ¿No pueden siquiera pensar en eso?
Me parece que son políticos muy inexpertos y fácilmente influenciados. No están portándose como políticos racionales que buscan construir una carrera. Están cometiendo suicidio político. El último Congreso también se suicidó. Los Congresos no suelen suicidarse. Crear esta crisis política en medio de la peor crisis de salud pública en el mundo con miles y miles de peruanos muriendo, y con elecciones en siete meses, es un acto de irresponsabilidad que me ha sorprendido mucho.
— Vizcarra era muy consciente de que confrontar al Congreso le redituaba en aprobación ciudadana; entonces mantuvo esa confrontación sin buscar puentes con el Congreso. ¿Lo criticarías por eso?
Sí. No buscó ni postuló a candidatos, no buscó tener una bancada, no ha invertido en conocer el Congreso, en trabajar con él. En un sistema presidencialista, si no tienes mayoría en el Congreso, necesitas conocerlos, saber la opinión de cada congresista, conocer sus necesidades, sus intereses, buscar aliados y amigos. Si el Perú es una democracia presidencialista, el presidente, con o sin mayoría, tiene que trabajar con los congresistas. Vizcarra ha ignorado al Congreso y está pagando el precio.
— Hay otra razón de enfrentamiento y tiene que ver con la pandemia. El Congreso da leyes, sin responsabilidad, de impacto económico que rechaza el Gobierno y las tilda de populistas porque solo piensan en el corto plazo.
Sin ninguna duda, la pandemia complica todo y crea un sentido de urgencia en el Ejecutivo. Se ve en todos los países. En EE.UU hay tensiones con el Congreso. Pero esta dinámica en la cual a Vizcarra le importa un bledo el Congreso viene de antes, él se la buscó. Por ejemplo, la diferencia entre el Congreso y Vizcarra sobre las AFP es parte de la democracia, los dos tendrían que negociar y llegar a un acuerdo. Las democracias más funcionales forjan coaliciones y la presidencia negocia acuerdos para gobernar en la crisis. Mira a Alemania o a Uruguay. Vizcarra tomó la pésima decisión de no tener presencia en el Congreso. Tiene que trabajar más para llegar a un acuerdo, es a lo que obligan la pandemia y el Congreso fragmentado.
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— Hay una peculiaridad de Vizcarra. Desconfía de otros poderes y hasta de aliados y se refugia en un pequeño círculo íntimo, casi todos moqueguanos. Esa es su zona de confort. Pero resulta que ahora ha venido de allí la traición. ¿Qué le queda?
El problema fundamental es que sin partidos políticos sólidos, los gobiernos casi inevitablemente son personalistas. El presidente, como no tiene partido ni coalición, suele confiar solamente en su familia y su círculo íntimo. En el caso de Vizcarra, es gente de su provincia; en el caso de Humala, fue otro círculo; pero igual fue bastante mediocre, sin lazos con el resto de la clase política. Es una dinámica que funciona mal.
— Un mandatario cuya secretaria expone sus resentimientos sin pensar en el daño institucional que causa es dramático.
Ahí está también la regla informal de la política peruana: que se puede grabar y filtrar todo. Eso viene de la época de Montesinos. Esas grabaciones se obtienen de una manera ilegal.
— Pero se admiten en el debate político como herramienta para destruir carreras. ¿Habría que corregir esto?
Sí, es una cosa muy peruana del siglo XXI.
— Pensemos en el 2021. He oído a políticos que hablan de un populismo inteligente, que el lenguaje populista es lo único que permitirá ganar.
En democracia, cuando no hay partidos con plataformas, con lealtades partidarias, es así. En otras democracias, puede haber 70% u 80% de la población que siempre apoya a un partido, y no importa qué dicen los candidatos, porque los partidos tienen programas muy claros. Es un juego abierto en busca del voto. Hay una tendencia en la élite a pensar en que todos debemos pensar como técnicos racionales en términos económicos. Pero en democracia, la gente vota de maneras distintas, tiene intereses, necesidades distintas. La vida del votante común es muy distinta de la del columnista promedio de El Comercio, y va a pensar distinto. Depende de cómo defines populismo: hay economistas que dicen que es cualquier promesa de redistribución. O sea, prometer aumentar el salario mínimo es populismo. Yo veo al populismo como un discurso antiélite. Prometer tumbar la élite en favor de las masas es populista como lo fue Ollanta Humala en el 2006 o Alberto Fujimori al inicio de su carrera. Daniel Urresti es algo populista.
— El populismo suele asociarse al pensamiento conspirativo. ¿La pandemia lo ha enervado?
En EE.UU. lo vivimos un poco diferente que en el Perú, pero aquí también una parte de la población responde a la pandemia con teorías conspirativas.
—¿Hay razones para pensar que de esta crisis saldrá otro mal presidente en el 2021? ¿Tras lo malo tiene que venir algo peor?
La característica principal de las elecciones peruanas es la fragmentación, la volatilidad y la incertidumbre. Casi cualquier cosa puede pasar. Mucha gente le echa la culpa a los peruanos, no creo que sea así. Creo que el Perú tiene un problema de oferta. Dada la fragmentación y el colapso de los partidos y de la carrera política, la oferta de candidatos al Congreso, a alcaldías, es pobre, es triste. Me parece poco probable que de la crisis surja la elección de un candidato bueno. Es muy incierto, pero me parece que estamos ante la elección de otro mediocre tipo Toledo, tipo Ollanta. Estamos entre eso y algo peor, que puede ser un populista antidemocrático que puede hacer más daño que un gobierno mediocre. El escenario no es positivo y la crisis lleva a elegir a más ‘outsiders’, más populistas, más inexperimentados.
— Solo queda esperar la vacuna contra la mala política, entonces.
El electorado tendrá que encontrar de nuevo el mal menor y espero que él o ella tenga el apoyo del Congreso y la fuerza política para llevar adelante algún proyecto de reforma, para empezar a demostrar que puede hacer algo positivo. Hoy la gran mayoría de los peruanos están convencidos de que ningún político busca mejorar al país, sino su cuenta bancaria. Lo importante es que sea elegido alguien que tenga esa voluntad y la capacidad política de demostrar al electorado que está pensando en mejorar al país.
Si los muertos fueran blancos
— ¿Trump podría lograr que la gestión de la pandemia juegue a su favor?
No creo, nunca ha querido tomar las medidas necesarias. La situación podría empeorar y una medida puede ser el uso obligatorio de mascarillas, pero no está dispuesto a hacerlo. Tendría que cambiar radicalmente su orientación hacia la pandemia, no lo veo posible.
— ¿Sus enemigos le restriegan el número de muertos? ¿O se evita politizar la muerte?
La oposición lo usa en su contra, pero, trágicamente, me parece que los gringos estamos dispuestos a tragar los 200 mil muertos, por lo menos gran parte de la población. Es algo parecido a lo que pasa con las armas. Hay una gran cantidad de muertos por uso de armas, es más alta que en cualquier país.
— Como si ese fuera el precio que hay que pagar por la libertad.
Sí, eso tiene que ver. Pero también es una falta de solidaridad, de visión colectiva, que tiene que ver con la desigualdad y sobre todo la desigualdad racial. Una gran cantidad de muertos son latinos y negros. Me duele decirlo, pero para el gringo promedio esa vida vale menos. Si todos los muertos fueran blancos, el nivel de alarma sería mayor.
La vieja escuela del golpe
Luego de la entrevista, se reveló que el presidente del Congreso, Manuel Merino, había hecho llamadas a mandos militares. Llamamos a Levitsky para pedirle un comentario adicional. Tras expresarnos su extrañeza por los militares uniformados que estaban detrás del primer ministro Walter Martos, pues contradecían el propósito del discurso, nos dijo, refiriéndose a la trama que involucra a Merino:
Es el golpismo de la vieja escuela. En el siglo XXI se buscan vacancias, se usan mecanismos legales; pero en el siglo pasado se recurría directamente a buscar el apoyo de los militares. Su papel en la política peruana ha sido terrible y preocupa también que el presidente se tomara una foto con los tres comandantes [el 30 de setiembre del 2019, cuando disolvió el Congreso]. Estas actitudes son peligrosísimas para la democracia.