Eduardo Dargent
Eduardo Dargent
Josefina Miró Quesada

Las decisiones del fiscal de la Nación, Pedro Chávarry, de restituir a los fiscales Rafael Vela y Domingo Pérez, destituidos en la víspera del Año Nuevo, y de Keiko Fujimori, de respaldar el proyecto de ley sobre el Ministerio Público, se publicaron con minutos de diferencia. Parecía sincronizado, pero para el politólogo y profesor de la PUCP Eduardo Dargent el interés detrás de los tuits de la encarcelada lideresa de Fuerza Popular fue, ante todo, personal.

— ¿Por qué Pedro Chávarry da marcha atrás?
Fue una decisión desesperada y habrá que investigar los intereses de parar las declaraciones en Brasil. Chávarry calculó que, siendo 31 de diciembre, con una ciudadanía que no suele movilizarse, y el apoyo de ciertos sectores, como el fujimorismo y el Apra, podía pasar la ola. Los que tenían que actuar, actuaron para mantener la decisión. Pero la reacción ciudadana fue inmediata. En un país donde no hay grandes protestas, la cantidad de gente que salió es impresionante, no tanto por los números, pero sí por la fecha y la forma del respaldo a los fiscales. A ello se suma la llegada del presidente Martín Vizcarra de Brasil y la medida constitucional, que es una pelota que le tira al Congreso. Interesante porque es la representación del pueblo la que decidirá, y la que ya habló. El tuit del presidente del Parlamento, Daniel Salaverry, fue decisivo, mostrando receptividad a lo que el presidente iba a hacer y así también la declaración del fiscal supremo Tomás Gálvez, de que podía revisarse la apelación de Vela y Pérez. Ante esto, Chávarry se da cuenta de su tremenda metida de pata.

— ¿Es una coincidencia que esto se conociera a la par de los tuits de Keiko Fujimori?
Lo que termina de matar esto es que Keiko debe estar pensando más en su libertad que en una gran reacción política para detener a Odebrecht. Sabe que, si esto se seguía politizando, podía cuestionarse una decisión de la sala de apelaciones que pudiera liberarla. En ese cálculo, le dio un portazo a Carlos Tubino y a Rosa Bartra, dejando en evidencia que más le interesa salir de su problema que liderar una oposición al estilo de Alan García.

— El mensaje de Keiko fue: “Si tuviera alguna influencia, no estaría 65 días en prisión lejos de mis hijas y de mi esposo”.
Me suena una preocupación muy personal. Más allá de mi rechazo a todo lo que hizo cuando no estaba en prisión, puedo entender el drama de pasar tantos días en prisión preventiva. Una vez que eso se politiza y que ves que tu imagen está destruida como política, lo que quieres es desmarcarte y, probablemente, las revelaciones de Odebrecht en su caso van a confirmar lo que ya sabemos: la entrega de dinero, al igual que con Humala.

— El congresista Alberto de Belaunde dijo que Keiko Fujimori tomó la decisión de remover a los fiscales.
Lo que vemos ahora me dice que no. Pero al inicio, con un Tubino y Bartra agresivos apoyando a Chávarry, podía ser. Es difícil saber. Lo que sí me queda claro es que el Apra estuvo apoyando claramente esto y que Alan García se jugó con todo, lo que muestra desesperación a lo que pueda venir de Brasil.

— ¿Este apoyo implicó una presión directa?
Mi impresión es que Chávarry no ha actuado solo. Sabía que esto iba a producir un escándalo y que tendría el apoyo de ciertos sectores. Luego, todo se derrumba. Hay que escarbar más para ver cuál fue el orden de las cosas.

— ¿Cómo percibes la actuación de Fuerza Popular?
Si fueran políticos de dignidad, estarían escondidos de la vergüenza. Bartra ha salido a hacer una interpretación digna de apartheid diciendo que lo legal no puede ser antiético. Los ha dejado en un papelón.

— ¿Y si fueran los políticos que son?
Esto es lo que en teoría republicana te dicen cuando tienes liderazgos omnipresentes que atraen personas que dependen de lo que vas a decir cuando abres la boca y no personas que te van a criticar. Bartra imponía miedo por tener esa mayoría y ahora se está convirtiendo en una caricatura. Igual que quienes salieron a defender lo indefendible. Ha sido interesante conversar con algunos constitucionalistas. Toda crisis lleva a situaciones complejas y difíciles en los marcos constitucionales, pero qué fácil unos dicen que esto está bien porque esa es la formalidad. “¡Oye, pero es una decisión tomada el 31 de diciembre por la noche, con un objetivo mafioso, sin ver los fines, y solo las formas!”. Decir que es constitucional porque puede hacerlo me deja realmente sorprendido.

— Son quienes confunden autonomía con autarquía.
Es un legalismo chato. La Constitución no es un texto cerrado que se opone a soluciones de fondo y de valores. En fin, son lecciones que deja la crisis. Una cosa que me quedé pensando es que cuando estaba pasando esto, uno hace un contraste importante con Pedro Pablo Kuczynski y su grupo de asesores, y estos nunca vieron la posibilidad de construir políticamente un apoyo para hacer cosas. En parte porque –antes no lo sabíamos, pero ahora sí– estaba metido en lo de Odebrecht. Pero en parte también por esta cosa timorata de tenerle miedo a la política que termina haciendo que esta sea presa del fujimorismo. El fujimorismo se acostumbró a esa forma de proceder. Ni siquiera después de todos los golpes y caídas pueden mejor su vocería, sigue siendo Bartra o Tubino los que toman la palabra. Está predestinado al fracaso. Creo que al final del día, lo que vemos es que hay ciertos consensos mínimos en la ciudadanía en el tema anticorrupción que son defendidos. La calle salió, la calle habló.

— ¿Cómo impacta esto en la aprobación de Vizcarra?
Vizcarra es un pragmático con ciertas ideas de lo que es la honestidad y lo que debe ser un mejor país. Ha recogido bien consensos de la sociedad peruana de rechazo a la corrupción, de crear espacios de reforma. Pero falta un Ejecutivo que lo acompañe. Es importante lo que ha logrado y la gente se lo va a reconocer. Tomó medidas, no como un caudillo, sino en el marco de la Constitución. Creo que vemos a un presidente más empoderado. Esta crisis remarca más las miserias de Alan García en su papel de antiestadista.